• No results found

Trauma y escapismo: El papel de la literatura en La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "Trauma y escapismo: El papel de la literatura en La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón"

Copied!
53
0
0

Bezig met laden.... (Bekijk nu de volledige tekst)

Hele tekst

(1)

Trauma y escapismo: El papel de la literatura en

​La

sombra del viento

​ de Carlos Ruiz Zafón

MA Thesis in Literary Studies: Literature, culture and society

Graduate School for Humanities

Lucía Rodríguez Nache 12553484

Supervisor: Dr Shelley Godsland August, 2020

(2)

ÍNDICE DE CONTENIDOS

1. Los espacios: una Barcelona gótica

2. Daniel Sempere

3. Nuria Monfort

(3)

Introducción

El reconocimiento de las obras del escritor barcelonés Carlos Ruiz Zafón es

innegable, así como el alcance de su éxito a nivel internacional. Ya con el comienzo de

sus novelas para niños (​Marina [1999], ​El príncipe de la niebla [1993], entre otros), el

autor fue ganando su merecido prestigio. Sin embargo, es a partir de la publicación de sus

libros para adultos que su fama cobra una presencia exponencial en España y a nivel

global. En este periodo de su recorrido como escritor publica la saga ​La sombra del

viento, trabajo que ocupa más de 15 de años de su vida. ​La sombra del viento es una

historia de historias que se reparte en 4 volúmenes, a cada cual más complejo. Los cuatro

en conjunto tejen una red de experiencias sobre los distintos personajes que acaban

encontrándose en el último volumen. Para este trabajo me enfocaré en el primer libro que

da nombre a la saga: ​La sombra del viento (2001), obra que ha merecido mucha atención

crítica. Este primer volumen cuenta la historia de Daniel Sempere quien, junto a su

compañero Fermín y en mitad de una Barcelona sumida en los estragos de la guerra y del

terror del franquismo, se embarca en la investigación de la vida de un escritor

aparentemente maldito, Julián Carax.

Esta saga de Zafón recoge el pasado de una España sumergida en la barbarie del

contexto de la posguerra española y, en consecuencia, muchas de las investigaciones

académicas llevadas a cabo sobre sus libros ponen el foco en este pasado; en cómo se

representa en sus obras y en su repercusión actual en el país. En esencia, estos trabajos

pretenden justificar el problema que España tiene con el justo reconocimiento del terror

de sus años de dictadura y con la búsqueda de una memoria histórica que haga justicia a

sus víctimas. Estas investigaciones hablan de la existencia de este tipo de novelas como1

la evidencia de la necesidad de arrojar luz a las décadas silenciadas del régimen

franquista, así como de la reconstrucción de un pasado que ayude a cerrar las heridas aún

abiertas en la sociedad española. Este enfoque es acertado, pues así bien lo demuestra

Labanyi (2006) en su artículo sobre la memoria histórica en España, el cual evidencia que

1Como ejemplo de este tipo de trabajos encontramos “​The Telling of Memory in La sombra del viento by Carlos Ruiz Zafón” por Judith Meddick (2010), o “​Dictatorship noir​: post-war Spanish history in Carlos Ruiz Zafón’s La sombra del viento” por Sara J. Brenneis (2008).

(4)

el ​boom editorial de la novela testimonial contemporánea es una forma de suplir la

“desmemoria” del país (91). Este éxito de la novela histórica denota no solo la ansiada

capacidad para poder hablar sobre un pasado que había sido censurado, sino también la

necesidad de dar voz a unas décadas que están perdiendo sus testigos directos, los cuales

son la base más sólida de la memoria. Las novelas se han convertido, pues, en la voz de

un pueblo que fue silenciado.

La importancia de los estudios de la memoria ha ido creciendo de forma

irremediable y evidente durante las últimas décadas, en respuesta a una necesidad de

búsqueda y de rescatar del olvido las versiones de ciertas experiencias de la violencia.

Como ejemplos de esta necesidad generalizada, tenemos la aparición por primera vez en

TVE de documentales de carácter testimonial a partir del cambio de gobierno en 2004: el

documental ​Els nens perduts del franquisme (Vinyes/Armengou/Belis 2000) y ​Les fosses

del silenci (Armengou/Belis 2003). Esta llamada al recuerdo sucede, más concretamente

y a pesar de Adorno, a partir del episodio del Holocausto, evento violento por excelencia

que engloba a todos los demás de nuestra historia moderna. Con esta creciente presencia

de la memoria, las manifestaciones artísticas sobre eventos traumáticos han ido

aumentando proporcionalmente, tal y como representa la obra de Zafón. Así defiende este

hecho también​Žižek (2008) en su ensayo sobre la violencia, donde clama que es la poesía

y no la prosa realista la que trata “acerca de algo que no puede ser nombrado de forma

directa” (13-4). Es decir, plantea la evocación poética, que en este caso toma la forma de

ficción narrativa, como única forma de abarcar los eventos traumáticos del pasado. Todas

las producciones artísticas que tratan el pasado actualmente lo abarcan, sin embargo,

desde el concepto de posmemoria propuesto por Marianne Hirsch (2008). Esta memoria

es una memoria “heredada”, a partir de la cual los eventos traumáticos son

experimentados por herencia de la cultura general, la familia y los testimonios,

principalmente, y no porque el evento haya sido presenciado (106). Es un trauma

transgeneracional. Desde esta posmemoria, las generaciones posteriores a las que han

presenciado el trauma dan forma al pasado a través de la literatura o el cine, entre otros,

con el fin de poner en duda la versión de los vencedores y de evitar que una versión más

(5)

más íntimas, que sirvan como afirmación de las atrocidades cometidas y como soporte para construir una memoria más fiel a la verdad.

Además del peso de la historia es también evidente la presencia de la literatura

dentro de la obra de Zafón, donde los libros actúan como un espejo de la memoria a

través del cual se produce una recuperación del pasado. Esta asociación entre literatura y

memoria colectiva es frecuente en los estudios sobre Zafón , ya que el contexto en el que 2

están ambientadas las novelas, así como el contexto de la publicación de la novela en sí,

invitan a esta asociación tan necesaria, por otro lado, para la sociedad española. Sin

embargo, en este trabajo abordaré el papel de la literatura desde otro ángulo, tal como

indicaré abajo. Esta es en la obra de Zafón un instrumento que los personajes utilizan

como forma de evasión y de huida de sus traumas personales, así como del trauma

colectivo fruto del contexto de la posguerra.

En primer lugar, analizaré la ciudad de Barcelona como un espacio propio de la

literatura gótica apoyándome en las teorías de Jerrold E. Hogle (2002) y Glennis y

Gordon Byron (2012), que defienden la presencia de un pasado omnipresente como

característica esencial de este tipo de novelas. Además, estos análisis, junto con el que

Tiffany Trotman (2007) hace sobre la novela, consideran la literatura gótica como un

espacio donde se conforman lo sobrenatural y la imaginación, que en este trabajo

abordaré como la forma que toma el escapismo de los personajes. Más adelante, analizaré

cómo los personajes utilizan estos espacios como un refugio del personal mundo de

sombras que los rodea (su pasado traumático). A continuacón, me adentraré en el trauma

individual de los personajes apoyándome en la teoría del trauma de Cathy Caruth (1995,

1996), según la cual el individuo víctima de un evento traumático queda poseído por su

pasado, privándolo de cualquier tipo de control. Para apoyar la teoría de Caruth, haré

también uso de las investigaciones de Dori Laub (1992, 1995) sobre la relación entre el

trauma y el testimonio y sus implicaciones en la víctima, así como de las de Henry

2 Así lo ilustra el estudio de ​Robert Richmond Ellis (2006) “​Reading the Spanish past: Library fantasies in Carlos Ruiz Zafón's La sombra del viento”.

(6)

Krystal (1995) sobre la relación entre el trauma y el paso del tiempo. Por último, utilizaré

también algunas de las ideas expuestas por Sigmund Freud (1922) en su reconocido

ensayo ​Beyond the Pleasure Principle, en el cual me apoyaré para describir el displacer

que sufren de los personajes. Analizaré, pues, el papel que juega la literatura presente en

la novela, el mundo de las palabras y el lenguaje y, en general, la imaginación, en el

(7)

1. Los espacios: una Barcelona gótica

Por su forma de relacionarse con el pasado, considerar la novela de Zafón como

esencialmente histórica es insuficiente. Más allá de pertenecer a este género, es necesario

también considerar ​La sombra del viento como una novela perteneciente al género de la

literatura gótica, ya que entender el contexto y los espacios desde esta perspectiva nos

ayuda a construir y entender el universo de huidas dentro del que posteriormente

analizaré a los personajes. A continuación, analizaré la forma en que la novela se

constituye como una ficción gótica; cómo los elementos de dicha ficción se manifiestan

en los espacios dentro de la trama y cómo estos se convierten en lugares de evasión

ligados al mundo de las palabras.

En su ensayo sobre la presencia que la novela gótica sigue teniendo en la cultura

occidental, Hogle describe las historias de este tipo de novelas como aquellas que

ocurren, durante al menos una parte del tiempo, en espacios antiguos, abandonados y en

decadencia: “A Gothic tale usually takes place (at least some of the time) in an antiquated

or seemingly antiquated space [...]” (2). Como se verá a lo largo de este capítulo, ​La

sombra del viento está compuesta por estos espacios oscuros, propios de la ficción gótica,

que minuciosamente describe Hogle en su estudio y que exitosamente reproduce Zafón.

Estos espacios encierran secretos del pasado que ​persiguen a los personajes y que toman

formas diversas: “Within this space, or a combination of such spaces, are hidden some

secrets from the past [...] that haunt the characters” (2). Hogle hace referencia en esta cita

a una “combinación” de estos lugares. Como veremos, la Barcelona que presenta Zafón

es una red de historias que están estrechamente relacionadas con sus espacios,

conformando una realidad laberíntica que obedece a sus propias leyes y a la que los

personajes tienen que sobrevivir. Esta mención que Hogle hace sobre el hecho de que el

pasado persiga a los personajes refleja el estado traumático en sí mismo tal y como lo

describe Cathy Caruth. Según el análisis de Caruth sobre el trauma, este toma la forma de

imágenes que se repiten y poseen al personaje contra su voluntad: “To be traumatized is

(8)

aplicaré en este capítulo a los espacios que presenta Zafón en su Barcelona particular,

apoyándome principalmente en los análisis de Hogle y los hermanos Byron sobre la

literatura gótica para, a continuación en los siguientes capítulos, analizar esta posesión del

pasado en los personajes en sí. Este análisis de los espacios es necesario para entender,

como ya he mencionado, la red de huidas de los personajes dentro de la historia.

Barcelona se nos presenta en la novela como una ciudad de tinieblas, oscura y

traicionera, “atrapada bajo cielos de ceniza” (7), según la describe Daniel. El hecho de

que la ciudad esté ​atrapada es una alusión al eco de la guerra que se cierne sobre sus

calles; una miseria que ha dejado un pasado del que no se puede escapar, tal y como

sucede con los personajes y la relación con sus traumas. En este aspecto, Barcelona se

constituye como un personaje traumado más: habiendo sido testigo de los eventos

trágicos de la guerra, sus calles son incapaces de desprenderse del pasado. Freud (1922)

introdujo esta fijación al pasado (trauma) en su ensayo sobre su principio del placer: “The

patient has so to speak undergone a psychical fixation as to the trauma” (9). Este continuo

revivir del pasado es lo que conforma a la víctima como un individuo que está anclado a

su propio trauma, y así se presenta también la Barcelona gótica de Zafón.

Dentro de esta Barcelona invadida por un pasado traumático, el espacio que más

significativamente representa la imposibilidad de huir de las tragedias del pasado es el

piso de la calle Santa Ana, la vivienda donde Daniel vive con su padre. Esta casa es un

lugar donde ambos conviven con la resonancia de las barbaries de la guerra, representada

por la ausencia de la madre de Daniel, Isabella: “su luz y su calor ​ardían en cada rincón

de aquella casa” (8). En esta cita se observa la presencia del Daniel que recuerda, el que

es el narrador de ​La sombra del viento, y el Daniel que es narrado, la versión pasada de sí

mismo. La “luz” y el “calor” con el que describe el eco de la ausencia de su madre se

ajustan al Daniel infantil que aún no entiende la acción de morir (como abordaré en el

siguiente capítulo de este trabajo, en relación a su trauma), mientras que el Daniel que se

recuerda desde la experiencia que le otorga la distancia del tiempo, sabe la importancia

del hecho de que esta ausencia en realidad “ ​ardiera”, puesto que es el origen del trauma

(9)

remedio en la casa de los Sempere y en la propia Barcelona, así como Daniel y su padre

lidian con el dolor que esta trajo consigo. Según Hogle, esta forma en la que el pasado

persigue al individuo, está instalación del tiempo pasado en el espacio, es la

manifestación de ciertos ​conflictos que necesitan ser resueltos: “These hauntings [...] that

rise from within the antiquated space [...] manifest unresolved crimes or conflicts that ​can

no longer be successfully buried from view” (2; cursiva mía). La cita hace mención al

olvido compartido (“buried from view”) que se impuso en la España de la posguerra así

como en las familias que sufrieron sus estragos y que no puede seguir ignorándose. En el

piso de la calle Santa Ana, el pasado invade el presente y se respira en él una atmósfera de

dolor por la ausencia de la figura materna, que murió por causas relacionadas con la

guerra civil.

Los pasados con los que lidia Barcelona son tanto colectivos (como ya he

mencionado, debido al contexto de posguerra) como individuales. En su ensayo, Hogle

menciona ejemplos de lo que se consideran esos espacios abandonados y en decadencia

propios del relato gótico: “be it a castle, a a foreign place, an abbey, a subterranean crypt,

a large old house or theatre, [...]” (2). En la historia de la Barcelona que nos presenta

Zafón, aparece como elemento esencial gótico la antigua casa de los Aldaya. Es necesario

un recorrido por la historia que subyace a tan importante espacio dentro de la trama para

entender cómo se conforma como la perfecta casa y castillo encantados de la ficción

gótica. Esta casa, construida ya de por sí bajo una arquitectura gótica, se acerca al

originario castillo de Drácula, obra de la ficción gótica por excelencia. Desde el momento

de su construcción, la mansión alberga misterios que siguen resonando cuando Daniel la

descubre (el “presente” de la novela). La casa fue mandada a construir por Jasuà en busca

de un lugar “diferente” donde vivir: “Jasuà había pasado años paseándose frente a la

hilera de mansiones neogóticas que los grandes magnates de la era industrial americana se

habían mandado construir” (279). Jasuà reproduce pues, en un lugar de Barcelona, el

estilo de estas mansiones. Tras pocos meses de vivir en su nueva propiedad junto a su

esposa y su criada, estas aparecen muertas y Jasuà comido por la locura y enmudecido.

(10)

visitarla con el objetivo de comprarla, se encuentra ​aún en las paredes con la sangre de las difuntas, marca irrefutable de un pasado oscuro que persiste.

Cuando la familia Aldaya se muda finalmente tras la misteriosa muerte de Jasuà,

esta intenta ponerle a la casa otro nombre con el fin de darle un nuevo comienzo (borrar el

pasado) y la bautiza como “Villa Penélope” en honor a Penélope Aldaya, su hija. Sin

embargo, el nuevo nombre “nunca enganchó” (284), pues el pasado se impone desde su

construcción de manera inalterable. A través de los “ruidos y golpes en las paredes, los

súbitos olores a putrefacción y corrientes de aire helado que parecen vagar por la casa”

(284), se manifiesta un pasado cuya presencia es inquebrantable. Este pasado recoge la

historia de la casa y de sus antiguos dueños, así como también los traumas alrededor de

los eventos acontecidos. A esta sucesión de catástrofes se añaden los sucesos que suceden

dentro del periodo en el que la familia Aldaya habita en la casa. Penélope fallece al dar a

luz a su hijo no nato que, además, es producto de un incesto. La criada que cuidaba a

Penélope, Jacinta, es culpada y enviada injustamente a un centro donde se encargan de los

“moribundos, ancianos abandonados, dementes, indigentes y algún que otro iluminado

ocasional que forman parte del nutrido inframundo barcelonés” (296). El resto de la

familia desaparece y la casa queda abandonada, conformando el recorrido de su identidad

gótica. El pasado traumático de los Aldaya permanece en la casa, no solo por las

evidencias físicas del paso del tiempo y por ser esta el refugio secreto de Carax una vez

que ya es adulto, sino también porque las tumbas de Penélope y su hijo yacen en una

cripta en el sótano de la mansión. Recordemos que Hogle, tal y como se ha recogido en

una cita más arriba, no solo considera la presencia del pasado como rasgo indispensable

de los espacios del relato gótico, sino que también existen dentro de los mismos ciertos

elementos que le otorgan esta identidad, como son las criptas. Los ecos del pasado

inspiran un terror que, entre otras cosas, impiden que la familia Aguilar pueda vender la

propiedad, relegándola así a seguir siendo un mero almacén de ​secretos del pasado.

Así pues, tanto la ciudad de Barcelona como otros espacios dentro de ella, son una

encarnación de los traumas individuales y colectivos y, por tanto, del pasado en sí mismo.

(11)

calle Santa Ana o la ciudad de Barcelona en sí, sino que además su presencia tiene una

naturaleza y un fin característicos. Según el análisis de los hermanos Byron sobre la

novela de Zafón, el hecho de recurrir al estilo gótico es esencial debido a que trae de

vuelta el pasado de una forma distinta a como lo hace la novela histórica: “The gothic text

rather focuses on the continuing presence of that past, on its continuing power and threat”

(74). Es decir, mediante el uso de un relato gótico, Zafón presenta el pasado como un

elemento que está en continua presencia, casi como una amenaza. Estando el pasado tan

omnipresente, se construye el escenario del que los personajes traumados quieren

evadirse, como veremos más en profundidad en los siguientes capítulos.

Es en este punto conflictivo entre pasado y presente que, atendiendo a Hogle,

aparecen las posibilidades para la aparición de lo sobrenatural: “It is at this level that

Gothic fictions generally play with and oscillate between the earthly laws of conventional

reality and the possibilities of the supernatural” (2). Hogle se refiere en su ensayo incluso

al hecho de que los límites entre ambos se superpongan. En efecto, La sombra del viento

crea un escenario donde lo real y lo ficticio (la imaginación) se confunden. Esta confusión

está alimentada por el mundo de los libros que, como las tinieblas, también se cierne

sobre la ciudad. Antes de adentrarme en el escapismo que llevan a cabo los personajes a

través de la literatura, analizaré una escena que ilustra la presencia de lo sobrenatural en

los espacios de la novela. En las calles y avenidas de Barcelona hace apariciones

esporádicas el propio Julián Carax, haciéndose llamar Laín Coubert. Laín Coubert es,

antes de ser encarnado por Carax, un personaje de una de sus novelas que cumple el papel

del mismo diablo. Esta destitución de la identidad por un personaje irreal denota una

intrusión significativa del imaginario en la realidad. La escena que evidencia esta

irrupción de forma más ilustrativa es aquella en la que Daniel y Carax se encuentran por

primera vez. Bajo la noche traicionera de Barcelona, Daniel vaga por las calles mientras

describe lo que ve como si ​no perteneciera a este mundo (“una procesión de luces y

reflejos” [66]). Es en este estado, ya sumergiéndose en ese mundo sobrenatural, en el que

lo sorprende Carax (“me incorporé de un brinco, con un frío súbito en el cuerpo” [66]).

Este suceder repentino de las emociones y los encuentros es parte de la naturaleza

(12)

ofrece de una forma bastante visual el enfrentamiento entre los límites de la realidad y ese

otro mundo del imaginario que también pertenece a Barcelona. Carax aparece sumergido

en la oscuridad, “envuelto en el humo azul de un cigarrillo que no parece acabarse” (67),

mientras que Daniel aparece como una figura iluminada por la noche. Carax le habla

“desde la oscuridad” y su voz suena “apagada y ​remota” (67), como si no perteneciera a

la realidad de Daniel, y esta le llegara desde lejos. Cuando Carax lo abandona, este

desaparece como “una ​silueta evaporándose en la oscuridad” (70), es decir, como una

mera sombra de algo real. Carax forma parte del pasado de la ciudad y es el eje sobre el

que gira la investigación de Daniel. En los siguientes capítulos se abordará cómo Daniel

convierte la investigación en un instrumento con el que ficcionalizar la realidad y

convertirla en una historia y, en consecuencia, en una vía de escape en sí misma.

En su análisis, Trotman también considera los espacios dentro de la novela de

Zafón como propios de la novela gótica. Más concretamente, hace referencia a la

importancia de la fantasía dentro de estos espacios como forma de hacer frente a ciertos

miedos individuales o incluso ansiedades propias de una sociedad que ha experimentado

eventos traumáticos como es, en el caso de ​La sombra del viento, la guerra civil. En este

trabajo analizaré cómo esta fantasía a la que Trotman hace mención (“a space in which

the mind can experience and contemplate fear-inspiring events from a safe distance”

[274]) nace del mundo literario que subyace en la novela y que es el eje central de la

trama. La mente de los personajes tenderá a recurrir a la imaginación debido a que lo

irreal ofrece un escenario seguro donde el pasado traumático de los persigue puede

manifestarse. Por tanto, la imaginación conduce a la ansiada evasión. A la vez que me

adentro en dichos espacios de escapismo, analizaré la ciudad de Barcelona en sí como un

lugar en donde existe la posibilidad para que dicha imaginación o sensación de irrealidad

se manifieste como parte de sus rincones. A partir de estos, los personajes tienen la

posibilidad de escapar de sí mismos.

Entre estos espacios de evasión propios de la literatura gótica, tanto por su relación

con el pasado como por su naturaleza literaria, encontramos el Cementerio de los Libros

(13)

Olvidados es un lugar sin una ubicación concreta donde los libros que ya nadie recuerda

permanecen a salvo de la Cataluña franquista. Este laberinto literario, donde la literatura

vive en la clandestinidad, recoge el secretismo ya mencionado que según Hogle (2) define

el relato gótico. En este mundo, que tanto por su ubicación dudosa como por estar

compuesto de libros existe a espaldas de la realidad social, vive Isaac, el guardián del

lugar. Isaac es un personaje que arrastra el trauma que adivinamos tiene que ver con su

hija Nuria y con no haber sido el padre que hubiera deseado. Esto lo relega a la sola

compañía de las historias de los libros que lo rodean. Isaac está “casado con los libros”

(83), lo cual denota el apego que las víctimas del trauma dentro de la novela sienten hacia

su vía de escape que son, como veremos a lo largo de este trabajo, los libros y sus

historias. Isaac es un ser misterioso, parte del ​atrezzo del lugar (“cojeaba vagamente [...]

Aquel individuo, a medio camino entre Caronte y el bibliotecario de Alejandría, se

sentiría a gusto en las páginas de Julián Carax” [81]), al que no le queda más remedio que

vivir aislado y a través de la paz que los libros le ofrecen para convivir consigo mismo. El

propio Daniel lo ficcionaliza, dotándolo de una imagen caricaturesca. Isaac aparece como

el personaje decadente y misterioso del relato gótico, dentro de un espacio sobrenatural de

evasión, donde se refugia en su búsqueda por desentenderse del pasado que tiene que ver

tanto con el periodo de posguerra como con su vida personal.

La casa de los Barceló es otro espacio gótico de evasión que está ligado de forma

personal con Daniel, pues conforma el entramado de huidas de sus primeros años de

adolescencia. En ella vive Don Gustavo Barceló que es, más por pasión que por negocio,

dueño de una librería, y además “capitanea la flor y nata del gremio de libreros” (18). La

casa de los Barceló se conforma como un espacio de fantasía. Como ya se ha visto,

Trotman defiende en su análisis de la novela la función de la fantasía como forma de

enfrentarse a los miedos: “Fantasy thereby awakens the mind from the ordinary events of

the actual world and forces the brain to think beyond its normal everyday existence”

(269). Es por su necesidad inconsciente de este mundo de fantasía que Daniel acude

diariamente a la casa de los Barceló. Tanto él como Clara, la sobrina de Don Gustavo,

comparten fascinación por las novelas de Carax. Daniel lee libros para Clara, que debido

(14)

lo empuja a acudir a la casa de los Barceló es el mundo de ausencias y sombras que

siempre reina en el piso que comparte con su padre. Es decir, es, como ya hemos visto, su

propio trauma. Daniel convierte la casa de los Barceló en un espacio en donde poder

​escaparse a través de mundos de ficción y sueños de segunda mano” (38). El hecho de

que Daniel sienta que tiene que ​escaparse de su realidad justifica la relación con su

trauma, que abordaré más en profundidad en el siguiente capítulo haciendo uso de la

teoría del trauma de Caruth. Robert Richmond Ellis (2006) confirma en su estudio sobre

la memoria y los libros presentes en ​La sombra del viento que la literatura nos embarca en

una ensoñación y, en consecuencia, nos libera de la coacción a la que nos somete la

realidad (“they lead us to dream and in so doing free us from the constraints of the real”

[848]). Esta afirmación es lo que conforma la casa de los Barceló (repleta de libros y

habitada por grandes aficionados a la lectura como son Clara y Don Gustavo) como

espacio donde lo irreal está presente para hacer uso de ello como vía de escape.

Según el análisis de Trotman, las historias de la literatura gótica y la fantasía que

encierran son una forma de procesar el trauma colectivo a través de la imaginación

(“twenty-rst-century Gothic tale of detection allows the reader to work through social

anxieties by experiencing them within the imaginary world of fantasy” [269]). El

siguiente y último espacio de escapismo dentro de la Barcelona de Zafón es el café Els

Quatre Gats. En este café se mantienen tertulias bibliográficas sobre “poetas malditos,

lenguas muertas y obras maestras abandonadas a merced de la polilla” (19). En la

clandestinidad del café, los amantes de los libros construyen su forma escapista de lidiar

con los años de la posguerra a través del arte de la palabra. Es un espacio donde el tiempo

parece haberse congelado (“soñadores y aprendices de genio comparten mesa con el

espejismo de Federico García Lorca o Salvador Dalí” [19]), amparado del resto de la

ciudad, como una luz entre sus calles. Para Daniel, este es uno de sus “rincones

predilectos de toda Barcelona” (19) debido a que forma parte del mundo literario que

construyen su vía de escape y que mantiene vivo lo que por aquel entonces estaba

(15)

Els Quatre Gats se constituye como lo que Hogle describe como una fuerza de la

literatura gótica en sí misma que empuja tanto a individuos como a grupos a enfrentarse a

sí mismos: “[...] to confront what is psychologically buried in individuals or groups,

including their fears of the mental unconscious itself and the desires from the past now

buried [...]” (3). Esta fuerza viene dada por la tensión entre el presente y el pasado que se

viene abordando en este capítulo, existente tanto en los espacios como en los propios

personajes. Esta confrontación con uno mismo la experimenta el personaje de Fermín

dentro del café en una de las escenas en las que él y Daniel van a hablar de la

investigación. En esta conversación, Fermín finalmente le revela a Daniel parte de la

historia y de los misterios de su pasado, confirmándole incluso las sospechas sobre la

autenticidad de su nombre que, tal y como intuía Daniel, es falso. Fermín sugiere ir a

hablar a este espacio en parte por la desesperación de poder deshacerse de los secretos

sobre sí mismo que le guarda a su amigo, y el café es durante toda la novela el único lugar

seguro para tales revelaciones; la de una identidad tan traumada y difusa como es la de

Fermín. Esta revelación del pasado, que estaba “​enterrado” según la cita de Hogle, queda

expuesto en esta escena dentro del café que, como ya se ha mencionado, es un espacio

literario propio del relato gótico donde la fantasía permite esta confrontación con el

pasado traumático.

La sombra del viento se conforma como una novela dentro de la ficción gótica no

solo por sus espacios y la relación que estos tienen con el pasado (que se conforma como

un elemento omnipresente que persigue a los personajes) sino también por su naturaleza

fantasiosa. Esta naturaleza y mundo imaginarios vienen dados por la presencia

indiscutible y esencial de la literatura dentro de la trama, que constituyen además las vías

de escape de los personajes; individuos que han quedado poseídos por su pasado

traumático. ​La sombra del viento nos ofrece un acercamiento a la imaginación, a la

fantasía y a las emociones humanas (“the imaginary, the fantastic and human sentiments”

[Trotman 2007: 270]). La imaginación utilizada como una vía de escape no es solo un

acto de recreación para el ser humano sino que es además esencial para su bienestar

(16)

entender el universo de huidas en el que se encuentran los personajes y cómo estos llevan a cabo su escapismo, el cual analizaré en los capítulos siguientes.

(17)

2. Daniel Sempere

Tal como ya establecí en el primer capítulo, los personajes de la novela son sujetos

traumados que utilizan la literatura y el mundo de la imaginación como vía de escape a su

pasado. En este capítulo analizaré a Daniel como un individuo que escapa a los eventos

traumáticos del pasado través de las palabras. Para ello, se analizará primero la relación

que Daniel tiene con su propio trauma. La trama de ​La sombra del viento ilustra la forma

personal en la que Daniel sufre un proceso de aceptación de su pasado traumático. Dicho

proceso comienza y termina con la novela. Una vez definida su posición con respecto a su

trauma, las huidas de Daniel quedan justificadas, y las iré analizando a lo largo del

capítulo. Para ello, me apoyaré en las teorías del trauma de Caruth (1995, 1996) y en las

ideas sobre el principio del placer de Freud (1922), ambas introducidas en el capítulo

anterior, esta vez expuestas en mayor profundidad. Además, haré uso de la aportación de

Laub (1995) dentro del libro de Caruth, en donde el psicoanalista israelí-estadounidense

habla del trauma como un proceso y una constante lucha estrechamente ligados a la

cuestión de la verdad y el testimonio.

Como se ha mencionado, tanto la toma de conciencia por parte de Daniel de su

propio trauma, como el lento proceso de aceptación del mismo, se desencadenan con el

comienzo de la novela. La historia de ​La sombra del viento comienza con la

exteriorización del estado traumático de Daniel, cuando este tiene tan solo 10 años: se

despierta sobresaltado una noche en la que ya no puede recordar el rostro de su madre,

Isabella, que murió durante la guerra: “Me desperté gritando [...]. El corazón me batía en

el pecho como si el alma quisiera abrirse camino y ​echar a correr [...]” (8; cursiva mía).

Daniel ya evoca las emociones de este momento tan temprano en su vida como la

urgencia desesperada de su ​alma, de su “yo” más esencial, de escapar de su realidad

(“echar a correr”). Esta primera escena nos ayuda a identificar el origen de su trauma, el

cual lo perseguirá durante toda la novela, marcará los límites de su personalidad y

definirá sus acciones: el trauma de Daniel pivota alrededor de la muerte de su madre y de

(18)

donde se respira el vacío de la figura materna (“la ausencia de mi madre era para mí

todavía un espejismo, un silencio a gritos [...]” [7]), así como el dolor por la pérdida que

arrastra más manifiestamente Sempere padre. Así pues, Daniel vive asfixiado por una

atmósfera que estimula constantemente el recuerdo del evento (la muerte de su madre).

La evasión de los estímulos que evocan el evento traumático es otra de las características

de la víctima del trauma apoyada por Caruth (1995), que abordaré más adelante.

La convivencia de Daniel con su trauma está definida, de base, por la incapacidad

de comprender el evento traumático (la muerte de su madre) en su enteridad en el

momento en el que este sucede. La incomprensión de Daniel tiene que ver, en primer

lugar, con el impacto violento de dicho evento. Caruth define tales impactos como los

desencadenantes del estado traumático (“an ​overwhelming event or events” [4; cursiva

mía]. Por otro lado, esta incapacidad de Daniel de comprender lo que pasa en el momento

en el que sucede es debido a su edad, ya que el personaje es en el momento un niño aún

en su infancia. En consecuencia, Daniel ​no vivió el eventocompletamente en el momento

en el que sucedía (“a past that was never experienced as it occurred”, Caruth [1995: 151]),

dando origen a su estado traumático. Recordemos que la novela ilustra el proceso que

Daniel sufre hacia la aceptación de la muerte de su madre, de su trauma, así como de sí

mismo como parte de ese pasado que lo persigue. Daniel no comprende la muerte de

Isabella, así como en su infancia no reconoce la acción de morir ni lo que ello significa:

“yo, con la fe de los que todavía pueden contar sus años con los dedos de las manos, creía

que si cerraba los ojos y le hablaba, ella [Isabella] podría oírme desde donde estuviese”

(8). Tal y como define Caruth (1995), el trauma es una experiencia que ​aún no ha sido

integrada completamente en la consciencia del individuo (“an event that is itself

constituted, in part, by its lack of integration into consciousness” [152]), y que por eso se

define como tal. Por lo tanto, con una integración incompleta del evento (en este caso, de

un Daniel en una edad temprana conmocionado por lo que sucede) no puede constituirse

una “historia”, una narrativa del pasado a la que el individuo pueda atenerse. Es decir,

surgen problemas para crear un testimonio de lo que pasó, una versión sólida del pasado.

Esto es lo que sume a Daniel en la incertidumbre y lo que lo define como individuo

(19)

anterior, en donde están los cuerpos de Penélope y su hijo, este describe el hedor con el

que allí se encuentra como “ ​extrañamente familiar” (361; cursiva mía). El hecho de que el

hedor sea de primeras desconocido, ajeno pero a la vez cercano, es debido a que la

víctima del trauma es incapaz de reconocer muchos de estos recuerdos del pasado a causa

precisamente de esa falta de entera comprensión de la experiencia traumática, tal como

nos recuerda Caruth: “The flashback or traumatic reenactment conveys both the truth of

an event, and the truth of its incomprehensibility” (1995: 153). Por lo tanto, la muerte de

su madre es para Daniel una experiencia de alguna forma siempre palpable pero sin un

lugar concreto en su consciencia. Caruth (1995: 153) lo describe como una historia que

no tiene cabida en ningún sitio; ni en el pasado (puesto que no ha sido integrada

completamente en la consciencia), ni el presente, pues las intrusiones en ocasiones no se

reconocen, como sucede en esta escena con el hedor de la cripta.

El proceso de aceptación de la muerte de su madre y de entendimiento del pasado

culmina al final de la novela, cuando Daniel experimenta su propia muerte (“mi corazón

dejó de latir durante sesenta y cuatro segundos” [555]). Al recuperar el conocimiento, los

médicos le aseguran que antes de desfallecer y “morir”, Daniel abre los ojos y sonríe,

como quien por fin​comprende algo que durante mucho tiempo había estado enterrado en

la memoria: “Fue entonces, casi sin darme cuenta, cuando recordé el rostro de mi madre

que había perdido tantos años atrás” (552). Así, se cierra el círculo de búsqueda de sí

mismo que arrastraba incansables tiranteces con el pasado, finalmente aceptándolo y

reconociéndolo como parte de sí. Atendiendo a Caruth (1995), la víctima acarrea con una

“historia imposible” dentro de ella: “the traumatized [...] carry an impossible history

within them” (5). Daniel se convierte así, durante todo su proceso de aceptación, en el

obstáculo para la comprensión de sí mismo. Se considera este proceso como una

búsqueda personal debido a que, precisamente porque la víctima no puede acceder al

recuerdo y porque además no lo ha vivido ​enteramente mientras sucedía, que esta

desposee experiencias que tienen que ver con su identidad, tal y como así lo explican

Mark S. Greenberg y Bessel A. van der Kolk en su libro sobre el trauma: “large realms of

(20)

acceso a partes de sí mismo, lo que vincula sin remedio el proceso de aceptación de su pasado a un proceso de búsqueda de él mismo.

Una vez analizado el origen del trauma de Daniel y cómo la novela ilustra la

evolución de la convivencia con su trauma, analizaré sus manifestaciones más evidentes

para a continuación abordar las formas en las que el personaje intenta escapar de sí

mismo a través de la literatura. Una de las representaciones más significativas de este

pasado que lo persigue es la del momento, una vez más, en el que Daniel visita la cripta

de la casa de los Aldaya. En esta escena, Daniel se enfrenta a la muerte por primera vez

desde que fallece su madre. Al entrar en la cripta, a Daniel lo ​invade el recuerdo de la

muerte de Isabella: “Me ​asaltó una imagen que conservaba desde la infancia, ​enterrada

entre cortinas de terror” (361; cursiva mía). Como ya he mencionado en el capítulo

anterior apoyada por Caruth y en relación a la literatura gótica, el pasado está

omnipresente en la mente del individuo en forma de invasión, en contra de la voluntad de

la víctima (“me ​asaltó una imagen”). Estas intrusiones del pasado suceden también de

forma onírica. Justo después de la muerte de Nuria Monfort (la segunda muerte por la que

atraviesa Daniel tras la de su madre), Daniel sueña con el cielo de Barcelona y con cómo

este sostiene “pequeños ataúdes blancos” (415) en hilos negros. El hecho de que el

recuerdo acuda de forma tan repentina es característico del trauma; son imágenes

intrusivas sobre un recuerdo que se intenta suprimir (“ ​enterrada entre cortinas de terror”),

tal y como lo expone Caruth (1995): “the event returns [...] insistently and against their

will” (6). El trauma de la muerte, pues, persigue a Daniel sin remedio. Esta forma de

convivir con su pasado reproduce una de las paradojas que Caruth (1995: 152, 153)

explica con respecto al trauma: la víctima es incapaz de acceder voluntariamente al

recuerdo del evento traumático (Daniel es incapaz de recordar el rostro de su madre), y al

mismo tiempo está poseído por este recuerdo en tanto que este aparece de manera

intrusiva en forma de imágenes, sueños, etc. Estas imágenes que poseen a Daniel son lo

que Caruth identifica como la respuesta tardía a un evento que en su momento la víctima

es incapaz de procesar (“the event is not assimilated or experienced fully at the time, but

only belatedly, in its repeated ​possession of the one who experiences it” [1995: 4]) y que

(21)

Antes de entrar en las vías de escape de Daniel, retomaré el punto sobre la evasión

de los estímulos que caracteriza a la víctima del trauma mencionado al comienzo del

capítulo y que ayudará a entender el escapismo del que se hablará posteriormente. La

evitación de los estímulos es parte de este escapismo de los personajes. Durante la novela,

la relación que Daniel tiene con su padre representa la situación conflictiva que sufre con

su propio trauma. Sempere padre es también un personaje que se aísla en el mundo

literario para lidiar con sus propios demonios: dueño de la librería familiar, se entrega en

cuerpo y alma a los libros. En una de las escenas en las que Daniel vuelve tarde a casa, se

encuentra a su padre dormido con un libro entre las manos. Un libro el cual, según

Daniel, “relee un par de veces cada año, el par de veces que lo oigo reírse de corazón”

(355). Siguiendo la teoría del alivio, también conocida como la teoría de la catarsis, el

humor sirve como método de distanciamiento con respecto a la violencia que nos

acontece (recordemos que el trauma es una versión violenta del pasado), siendo en última

instancia una “válvula de escape”, según explica el catedrático José Luis Veira en el

capítulo dedicado a las teorías del humor dentro de la revista de Psicología y Salud del

COPG, con la que liberar tensiones y encontrar placer (15). Esta liberación la encuentra

Sempere padre a través de los libros, como también hará Daniel a lo largo de su vida.

Su padre, un espectro triste que sigue viviendo como por inercia, así como su

propia casa, son para Daniel la personificación de la pérdida que conforman su trauma.

Recordemos que, según la definición del Trastorno de Estrés Postraumático del ​Manual

diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) apoyada y extendida por

Caruth (1995: 4), la víctima tenderá a evadir los estímulos que evoquen el pasado

traumático (“evitación o esfuerzos para evitar actividades, lugares o recordatorios físicos

que despiertan el recuerdo del suceso traumático” [273]). En consecuencia, Daniel

empieza a mostrarse cada vez más despechado con la atmósfera que se cierne sobre

ambos con el fin de alejarse de un pasado que lo amenaza con su presencia: “nuestras

cenas se habían transformado en combates de silencios y miradas robadas” (58). En su

intento por proteger a su hijo, Sempere padre lo rodea de silencios e incógnitas, pues

(22)

dejaría que recordara nada de lo que sucedió” (58). No solo vive Daniel en un presente

lleno de lagunas sino que además lo hace en una mentira, pues cree que su madre murió

de cólera, cuando en realidad lo hizo por causas relacionadas con las barbaries de la

guerra. Por todo este cúmulo de elementos que estimulan la vivencia del pasado, Daniel

se aleja cada vez más del universo de sombras y pena que rodea a su padre, así como de

este mismo como figura, ya que además de evitar “actividades, lugares o recordatorios

físicos” según el DSM, la víctima también rehúye “personas, conversaciones o

situaciones interpersonales” (273) que evoquen el evento traumático. Esto lo lleva a

recordar la vida que anteriormente llevaba con su padre como algo caduco, como un

“mundo que se desvanece, que se ha venido evaporando desde aquel amanecer en el que

mi padre me había llevado a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados” (57), para

dejar paso al mundo cargado de huidas que está empezando a construir (como se verá más

adelante en este capítulo). Al mismo tiempo que se produce este rechazo, también son

visibles ciertas pinceladas de afecto y gestos esporádicos de cuidado y protección hacia su

padre, que representan el apego al trauma. Para Caruth (1996), estar traumatizado es estar

poseído, lo cual empuja a la víctima a un comportamiento de continuo retorno y huida del

dolor y los estímulos, de una forma que escapa a su ​control: “they [the repetitive

reenactments of the past] seem not to be initiated by the individual’s own acts but rather

appear as the possession of some people by a sort of fate, a series of painful events to

which they are ​subjected, and which seem to be entirely outside their wish or control” (2;

cursiva mía). Así lo representa la relación que tiene Daniel con su padre: un patrón de

comportamiento descontrolado que se repite durante toda la novela. Es decir, se produce

un continuo rechazo (evasión de los estímulos, del piso de la calle Santa Ana en general)

pero sin poder desentenderse por completo del pasado que lo posee (Daniel se refiere a

“hilos invisibles” [355] cuando habla de la unión con su padre).

En medio de esta batalla, la literatura tiene una presencia importante en la vida de

Daniel, pues esta conforma una vía de evasión del universo sombrío que es su vida. Esta

relación escapista con la literatura comienza con el descubrimiento de la novela de Carax,

que Daniel describe como un “mundo de imágenes y sensaciones” que le ​atrapa, del que

(23)

ocaso de la relación convencional que Daniel tiene con el mundo que lo rodea, para

adentrarse en el de una víctima de su pasado en constante lucha con el mismo. En su

lectura, siente a los personajes “tan reales como el aire que respira” (13), dotando a la

ficción de una presencia que se compara a la que encuentra en el mundo material. Es a

partir de este momento, que corresponde con el comienzo de la novela y con el comienzo

de la manifestación de su estado traumado (cuando no puede recordar el rostro de su

madre), que Daniel se embarca en una continua persecución por esta sensación de

inmersión a un “túnel de aventura y misterio” que encuentra dentro de los libros (y en la

propia investigación sobre Carax, como se verá más adelante) y que corresponde con una

continua fuga de sí mismo.

Daniel se apega de forma desproporcionada al mundo de las palabras y de la

imaginación: a pesar de necesitar el dinero, se niega a venderle el libro de Carax a Don

Gustavo y, además, surge en él un afán por convertirse en novelista. Esta ilusión se refleja

en su embelesamiento por una pluma estilográfica que descansa en el escaparate de una

tienda. A falta de una economía que les permita comprarla, Daniel y su padre pasan por

el mismo escaparate “religiosamente cada sábado por la mañana” (42) con el objetivo de

simplemente admirarla y soñar con el día en que Daniel pueda “escribir cualquier cosa”

con ella. Esta obsesión por la pluma representa el deseo por la creación del escapismo en

sí mismo. El poder creador de la palabra se convierte en la posibilidad de creación de su

​ensoñación literaria” (42; cursiva mía). Esta ensoñación es el estado que Caruth (1995)

define como “adormecimiento” (“numbing” [6]), característico de la víctima del trauma

en tanto que es la forma en la que el sujeto afronta la realidad: Daniel busca alcanzar ese

estado de “ensoñación” que anestesia, proporcionado el mundo de la ficción y de la

imaginación a través de este apego a las palabras.

Una vez definida la necesidad de evasión de Daniel a través de su voluntad por ser

escritor y de su devoción hacia el libro de Carax, analizaré cómo este la lleva a cabo. Esta

evasión está en muchos casos impulsada por los personajes que encuentra a lo largo de la

novela, los cuales están de alguna forma relacionados con el mundo de las palabras que

(24)

sobrina de Don Gustavo. Lo que en un principio los une es únicamente la fascinación

compartida por las novelas de Carax, tal y como se menciona en el primer capítulo de este

trabajo. Clara es, como Daniel, víctima de los eventos que durante la guerra envolvieron a

su familia haciendo estragos irreparables. Su padre muere a manos del régimen y Clara

queda, como Daniel, amparada al dolor de la ausencia. Al relatarle la historia de su vida,

Daniel observa que ella pronuncia las palabras “con una dureza que parece forjada en

años de secreto y sombra” (29), como quien ha aprendido a protegerse del pasado a fuerza

de daño. Los años “de secreto y sombra” hacen referencia al tiempo en el que la

autocensura se había instalado tanto en las calles como en el ámbito familiar, reprimiendo

aún más el pasado (y, por tanto, el trauma). Es también gracias a una novela de Carax que

Clara encuentra un espacio donde la ​libertad que ofrece la imaginación la hace despegar

los pies del suelo de la sombría realidad que la amenaza para verse “atrapada, seducida y

envuelta” (35) por la historia del libro. Esta sensación de “abandonarse a la imaginación,

a la belleza y al misterio de la ficción y el lenguaje” que le ofrecen los libros resulta un

recurso que la catapulta fuera del “mundo de sombras” (36) que es su vida. A través de la

literatura Clara encuentra una manera alternativa de vivir, una con la que declara cierta

paz con su propio pasado. Además, debido a su invidencia, los libros le otorgan una

forma de ver (“aquel libro me enseñó que podía devolverme la vista que había perdido”,

36). Clara ve y vive a través de las historias que leen para ella, dejando la realidad

material relegada a una posición secundaria. La condición de real queda pues atribuida a

aquello que es imaginado. Por lo tanto, como Daniel, Clara también escapa de un evento

traumático relacionado con su familia y los años de la guerra, y encuentra en la literatura

una forma de hacerlo. Una vez analizados ambos personajes, se puede afirmar que la

convivencia con sus respectivos traumas y su relación con el mundo de la ficción están

regidas por el principio del placer de Freud (1922), pionero en los estudios del trauma: la

evasión del dolor se origina en el estado de displacer que ambos experimentan con su

pasado y que los lleva a la búsqueda de la liberación de la tensión que este les supone (“a

relaxation of this tension, i.e. with avoidance of pain or with production of pleasure” [4]).

Freud hace uso de la la expresión “avoidance of pain”, que se reproduce en el escapismo

al que apuntan los personajes (a la evasión de los estímulos según Caruth) del que hablo a

(25)

encuentran Daniel y Clara en su propia mente: a través de la imaginación a la que les inducen los libros.

Es el poder evasivo de la literatura lo que marca, por tanto, el resto de la relación

entre ambos. Esta evasión viene motivada por lo que Freud (1922: 5) define como una

alteración del ritmo estable de los acontecimientos (es decir, tiene lugar un evento

traumático: las respectivas familias son afectadas por la guerra), a partir de la cual se

origina la posición de displacer que desencadena el principio del placer ya comentado, y

que puede a su vez extrapolarse a todos los personajes traumados de la novela. En el caso

de Daniel, esta evasión es en esencia lo que desata su desproporcionada y obsesiva

admiración por Clara. Para él, ambos son “dos ​fugitivos cabalgando a lomos de un libro,

dispuestos a ​escaparse a través de mundos de ficción” (38; cursiva mía). Al describir a

Clara como una persona que también está en continua huida (también como una persona

traumada), Daniel encuentra a alguien con quien sentirse comprendido como forma de

paliar la falta de entendimiento y posesión completa de su pasado, como hemos visto a

través de Caruth al comienzo del capítulo. Así pues, los siguientes años de su vida se

construyen en torno a esta imagen de Clara; como alguien que le ofrece, gracias el mundo

de historias que representa, una vía de escape. Daniel acude casi diariamente a la casa de

los Barceló para leer novelas a Clara, a través de las cuales ambos se permiten horas de

abstracción. Solo las campanadas del reloj recuerdan a Daniel que tiene que volver a casa:

lo externo siempre acaba invadiendo el universo de ​ensoñaciones (el “numbing” [1995: 4]

que utiliza Caruth, ya mencionado anteriormente, para referirse al contacto evasivo con la

realidad) que ambos construyen con la lectura cada tarde, como una llamada que no

pueden ignorar. Además de las lecturas, pronto se añaden a sus visitas unos paseos en los

que Daniel describe y guía a Clara por “su Barcelona particular” (52), una que solo ellos

pueden ver. La voz de Daniel se convierte así en un ​relato en sí mismo, con la que hace

descripción de las fachadas y las gentes, ficcionalizándolas, convirtiendo sus monólogos

en una (otra) ​historia para Clara. Juntos, pues, construyen una suerte de burbuja que los

aísla de los estímulos y que corresponde con lo que Caruth define como una “protective

shield against stimuli” (1996: 62); una característica de la víctima traumada quien, como

(26)

búsqueda por esta evasión, Daniel y Clara desean reproducir el estado de adormecimiento

ya mencionado y que, según el análisis de Caruth, incrementa el intento por evitar los

estímulos que recuerdan al evento (“along with numbing, that [...] possibly also increased

arousal to, and avoidance of, stimuli recalling the event” [1995: 4]).

Eventualmente, Daniel tiene cada vez más momentos de lucidez en los que es

consciente de la ilusión en la que vive y que le hacen temer la desaparición del “mundo

de espejismos” (59) que ha construido con Clara. Es decir, una lenta desaparición de esa

fuente de liberación de la tensión, de placer, según el principio de Freud que ya he

mencionado. Los ​espejismos a los que Daniel hace mención se refieren tanto al carácter

ficticio con el que alegremente dotan a aquello que los rodea más allá de los libros, como

a la irrealidad en sí de la burbuja que los aísla. Cuando este mundo se derrumba sin

remedio, Daniel vuelve a refugiarse en su fascinación por Carax: “el libro de Julián Carax

me esperaba como siempre [...], lo tomé en mis manos y lo apreté contra el pecho, como

si abrazase a un viejo amigo” (73). Daniel actúa bajo los instintos que Freud (1910)

definió por primera vez en su ensayo ​The Psycho-Analytic View of Psychogenic

Disturbance of Vision como instintos “del ego”. Estos instintos buscan “the

self-preservation of the individual” (1912: 14); es decir, son comportamientos a través de

los cuales el individuo intenta preservar su propia existencia. El hecho de que Daniel

apriete el libro contra su pecho denota la urgencia y desesperación que acarrea la

necesidad primaria de preservación de uno mismo. Así pues, Daniel vuelve a acudir al

imaginario y a encerrarse en él con el objetivo de “salvarse” (“self-preservation”), de

evitar el enfrentamiento con la realidad que es, como ya he mencionado, un continuo

estímulo del recuerdo traumático. Más adelante, Freud seguiría incluyendo “the

ego-instinct” en sus trabajos. En su ensayo ​On Narcissism: an introduction , Freud hace

referencia a la doble existencia a la que se ve relegado el individuo debido a este conflicto

de instintos por preservar el ego: ​“The individual does actually carry on a twofold

existence: one to serve his own purposes and the other as a link in a chain, which he

serves against his will, or at least involuntarily…” (1914: 78). Daniel acarrea esta doble

existencia debido a la sumisión intocable hacia el estado traumático, que se reproduce

(27)

hace mención en esta cita al carácter involuntario de esta acción, que ilustra la relación que, como ya hemos visto, Caruth define como propia del individuo traumado con

respecto a su trauma: las intrusiones del trauma ocurren en contra de la voluntad del

sujeto.

Una vez que Clara desaparece de su vida, Daniel encuentra a Beatriz Aguilar, otra

de las personas que constituyen su vía de escape. Antes de pasar a ver cómo, analizaré la

relación que Daniel tiene con Bea como otra (tras la de Clara) a través de la cual se

manifiesta su trauma. El hecho de que Daniel incorpore mujeres a su vida de forma

inconsciente es debido a la inherente necesidad de repetición a la que según Caruth

(1996) está condenada la víctima: “the survival of trauma is the endless inherent necessity

of repetition” (63). Las relaciones encadenadas que Daniel tiene con las mujeres en la

novela son una reproducción de la búsqueda de una figura femenina que palie la ausencia

de su madre, y es la única forma que tiene de convivir con su trauma. De forma más

particular, la relación con Bea representa un acercamiento más adulto hacia su trauma: ya

no existe el desprecio y el rechazo que caracterizaba la relación con su pasado, reflejada

en la actitud hacia su padre, sino que en su lugar existe una confrontación que despierta

tanto incomodidad como inseguridad. El primer encuentro de Daniel y Bea es ya de por sí

una clara manifestación del trauma de él: Daniel la ​rehúye (que no la rechaza) pero al

mismo tiempo se siente atraído por ella, alejándose de los viejos patrones infantiles que

definían la antigua relación con su pasado. Daniel actúa en esta escena mecido por

impulsos, adoptando una actitud en la que no se reconoce (“mi propia voz, una voz

insolente que no sabía de dónde venía”, 133), en su intento por mantener a Bea consigo a

pesar de la resistencia que eso conlleva. La incompresibilidad es la base sobre la que se

construye el trauma (como ya se ha mencionado anteriormente) como respuesta a no

haber estado totalmente presente durante el evento traumático (“it [the traumatic

experience] ​escapes full consciousness as it occurs” [Caruth, 1995: 153]) y es también

sobre la que se origina la actitud de Daniel hacia Bea en esta escena, puesto que ni él

mismo sabe lo que está haciendo. Es decir, Daniel no se comprende y por lo tanto, no está

totalmente presente en este encuentro, así como tampoco lo estuvo durante el evento

(28)

que deja a Daniel “acorralado” (132) y que le hace desviar la mirada en ciertas ocasiones.

Tal y como he señalado a lo largo de este trabajo apoyada por Caruth, debido a que vivir

en un estado de trauma conlleva hacerlo en constante evasión de uno mismo, es decir, en

una evasión de la verdad, la transparencia y honestidad de Bea son imposibles de soportar

para Daniel: “le encontré la mirada dura, abierta, sin miedo [...] sentí que me acorralaba”

(132). Daniel encara, sin ser consciente, su propia “crisis de la verdad”, según la

denomina Caruth (1995), en la que la víctima no tiene acceso voluntario al evento

traumático ni, por tanto, a su propia historia: “such a crisis of truth extends beyond the

question of individual cure and asks how we [...] have access to our own historical

experience” (6). Este encuentro con esta crisis de la verdad (que se extrapola a una crisis

de identidad), en la que Daniel no se posee a sí mismo, sucede ante la imposibilidad de

reproducir la misma transparencia que proyecta Bea, con la que ella, que no está poseída

por un pasado traumático, reafirma su identidad. Una identidad que en Daniel es negada.

Bea se presenta, tal y como también la describe Daniel, como un misterio. Es

decir, como algo atrayente que es necesario resolver, reproduciendo la dinámica del

proceso de aceptación de su pasado. Es alguien en quien Daniel quiere refugiarse (“lo

mucho que deseaba refugiarme en aquella mirada”, 214-15) pero que al mismo tiempo

teme (“me das miedo, pensé”, 212). Esta relación reproduce el mismo patrón ya

mencionado de Caruth, en el que la víctima, al estar poseída por los recuerdos

traumáticos, debe lidiar entre las tiranteces del retorno y la huida de los estímulos de los

recuerdos del evento traumático que, en este caso, es la figura femenina que representa

Bea y que despierta el recuerdo de la ausencia de su madre.

La relación con Bea conforma el mundo literario de evasión de Daniel en tanto

que ambos viven entre las historias del pasado en las que deciden involucrarse: siendo

consciente de la fascinación de Bea por las letras (“¿no me dijiste que lo que a ti te

gustaba era leer?” [213]) Daniel la hace parte de la investigación sobre la vida de Carax,

y acaba siendo una pieza indispensable de esta. En la escena en la que Daniel la introduce

en su investigación, él empieza a narrarle lo que hasta ahora sabe de la sombría y también

(29)

el portador (el testigo) del testimonio del trauma de otros. En el acto de narrar que Daniel

lleva a cabo ante Bea existe el poder de ficcionalizar la realidad, tal y como él se da

cuenta mientras lo lleva a cabo: “me había refugiado en ella [la historia] hasta ​confundirla

con mi propia vida , como quien​escapa a través de las páginas de una novela [...]” (214;

cursiva mía). La investigación sobre Carax, pues, se convierte en otro instrumento más de

escapismo: uno con el que convertir la realidad en la historia de una novela. Entre los

efectos que conllevan esta forma de ser testigo del testimonio del trauma de otros (Daniel

describe la historia como una “de gente sola, de ausencias y de pérdida” [214]; es decir,

como una red de eventos traumáticos) Laub (1995) hace mención en su contribución a la

teoría de Caruth a una batalla que tiene lugar contra uno mismo: “the struggle to go

beyond the event and not to be submerged and lost in it” (62). Se deduce de esta

afirmación que, de no hacerse algo contra el efecto acaparador y succionador del trauma

ajeno, uno puede verse totalmente envuelto y perdido en él. En el caso de Daniel, él no

ofrece resistencia principalmente debido al principio del placer de Freud descrito

anteriormente: siendo la investigación su forma de escapar del displacer, de su realidad

sombría, no intenta evitar sumergirse en ella, aunque ello implique involucrarse en y ser

(30)

3. Nuria Monfort

Este capítulo está dedicado al personaje de Nuria Monfort, quien dentro de la

novela se conforma también como alguien altamente ligado a su pasado traumático. En

primer lugar, analizaré el trauma de Nuria y la relación que ella tiene con su proceso de

superación del pasado. Esta evolución de la relación con su trauma pasa por tres fases.

Cada fase ilustra un período distinto de su estado dentro de la novela: la primera fase

muestra la no-lucha de Nuria con su pasado, fruto de la rendición y el abandono; en la

segunda, se produce un despertar de ese estado anestésico (es decir, la vuelta al

enfrentamiento consigo misma y su pasado); en la última, se produce la eventual sanación

en forma de testimonio y que constituye toda la última parte de la novela. Para este

capítulo me apoyaré principalmente en Laub y en los ensayos de su libro ​Testimony:

Crises of Witnessing in Literature, Psychoanalysis and History (1922), los cuales

analizan la relación del trauma con la verdad y el testimonio, así como con el acto en sí de

contar el pasado. Las investigaciones de Laub son relevantes para el análisis de Nuria en

tanto que la voz de este personaje se convierte en una parte testimonial muy importante

dentro de la novela. En la última parte del capítulo hablaré del papel que juega el

testimonio de Nuria dentro de su escapismo y del de el propio Daniel.

Antes de empezar a describir cada una de las fases mencionadas arriba, me

dispondré a identificar el origen del trauma del personaje de Nuria Monfort para,

finalmente, analizar cómo el personaje efectúa su evasión del pasado a través de las

palabras y la ficcionalización de su realidad. Este trauma se conforma, principalmente, a

raíz de las relaciones que Nuria mantiene durante su vida. Hasta el momento en el que

fallece, esta persigue y busca el amor de Julián Carax aún sabiendo que él jamás podrá

corresponderlo. A causa de esta red de deseos insatisfechos que se teje entre ambos, Nuria

acaba entablando una relación tóxica (y finalmente trágica) con el mejor amigo de ambos:

Miquel Moliner. Esta relación está accionada por los traumas y complejidades de sus

respectivos pasados, que cada uno carga consigo: “fue así como nos convertimos en

Referenties

GERELATEERDE DOCUMENTEN

En el primer paso del análisis se medirá la influencia de la posición de las consonantes dentro de la palabra en su peso comunicativo, analizando la distribución de las

Het Limburgse Mergelland is voor Nederland een gebied met belangrijke natuur, terwijl het op Europese schaal veel minder belangrijk is, omdat vergelijkbare gebieden over de

Combining our Klotho protein and mRNA data, we conclude that the strong vascular staining pattern and 116 kDa band are not specific for Klotho, while a very low level of Klotho mRNA

H4c: The levels of account acceptance of employees positively moderates the indirect effect of nonverbal communication via perceived credibility on perceived persuasiveness. H4d:

3D environments allow advanced spatial navigation and visualization, but have traditionally provided limited support for performing non-spatial data analysis operations like

De esta manera, conociendo simplemente los datos L, w ry f, será posible determinar el gasto aproximado que representa para el mercado laboral de cualquier sector

Es un problema con el que Fundación Telefónica muestra su compromiso e implicación a través del Programa Proniño, que desde 1998 contribuye a erradicar el trabajo infantil en

buscarán más espacios para que jóvenes como Raúl puedan pintar con la mayor libertad posible. Es que la cultura oficial empieza a ver en el