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La noción de memoria en El Anticuario de Gustavo Faverón Patriau

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La noción de memoria en El Anticuario de

Gustavo Faverón Patriau

Ana de Jesús Requena Fuentes

Número de estudiante: 10448551

Tesis de Master presentada en el programa de posgrado “Literary Studies”

Supervisora: Shelley Godsland

Año académico 2016-2017

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“Justicia va por las calles,

pidiendo entrada en cualquier dirección

Nadie la escucha ni mira,

no saben bien para qué sirvió.

Es la memoria perdida

¿A quién toca despertar?”-

Venegas, Julieta. (2015). “Explosión”

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Agradecimiento

Antes que nada, me gustaría dar las gracias a mi tutora,Shelley Godsland por su valiosa ayuda para poder terminar esta tesis. Agradezco también a mi entrañable amigo Dick Visscher que fue, de alguna manera, mi guía durante estos años de estudio y quien siempre tenía una palabra de ánimo cada vez que sentía desfallecer. Igualmente, quiero dar las gracias a mi amiga Mirjam Rutgers cuya cercanía en estos últimos años me trajo momentos de relax que me ayudaban a recargar energías para continuar hacia la meta. Los agradecimientos más amorosos son para Siem, por su paciencia, su buen humor, su apoyo y su amor incondicional en todo momento. Gracias a Gandalf que ha estado a mi lado, esperando pacientemente que deje un momento el ordenador y juegue con él en el jardín. Gracias a mis hermanos por su cariño, y, gracias al cielo, desde donde me miran mis padres y mi Bas. Gracias totales.

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Resumen

El Anticuario nos cuenta la historia de Daniel, quien se encuentra en una clínica

psiquiátrica, pagando por el crimen de su novia, a la que en un arranque de locura, mató de treinta y seis cuchilladas. Un día, una de las pacientes que residía en el mismo pabellón que él, aparece muerta, y por ser él el único residente acusado de asesinato, se convierte en sospechoso de ese crimen. Sintiéndose impotente para demostrar su inocencia, recurre a su amigo Gustavo, para que sea él quien investigue esa muerte y descubra al verdadero asesino. Faverón Patriau nos presenta una historia cargada de emociones, sorpresas y horror donde se percibe, en su argumento y estructura, un hilo narrativo que tiene que ver con la noción de memoria. Esta noción la encontramos en el género policial al que pertenece, en detalles que guardan una conexión con la memoria como: el lenguaje, las voces narradoras, la imaginación y la intertextualidad que nos remiten una y otra vez a la importancia del saber recordar como individuo y como parte de una colectividad.

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Tabla de Contenido

página

Introducción 7

i. Hipótesis 7

ii. Metodología 8

iii. Marco teórico 9

1. CAPITULO I: El género policial y la memoria 11

2. CAPITULO I I: La memoria, el lenguaje y las voces narradoras 18

3. CAPITULO III: Imágenes, imaginación y memoria 25

4. CAPITULO IV: Intertextualidad y memoria 34

Conclusiones 43

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Introducción

Gustavo Faverón Patriau (Lima, 1966) es un escritor, crítico literario, columnista peruano quien en el año 2010, bajo el sello de Peisa, publicó su primera novela titulada: El Anticuario, la cual logró despertar el interés y los halagos de los críticos y lectores de varias partes del mundo, incluyendo su Perú natal. Cabe destacar, sin embargo, el éxito que la novela ha tenido dentro del mercado de los Estados Unidos, como lo prueba una reseña escrita por Carmela Ciuraru para el New York Times, en la que ella la describe como una “deliciosa obra macabra” (Ciuraru, 2014) cuya “narración puede resultar redentora, pero que también puede matar” (Ciuraru, 2014). Efectivamente, la novela tiene un sabor lóbrego y siniestro por la oscuridad con la que se relatan los hechos, como si, constantemente, la muerte estuviera al acecho. Además, esa tenebrosidad parece perseguir a uno de los personajes principales: Daniel, quien lleva tres años encerrado en una clínica psiquiátrica por haber asesinado a su novia de treinta y seis cuchilladas, y, a quien se le acusa de haber cometido otro crimen dentro de la clínica. Por esa razón, Daniel decide ponerse en contacto con Gustavo, un viejo amigo de la universidad, para pedirle que investigue esa muerte, y, con su ayuda, poder demostrar su inocencia. La historia de El

Anticuario nos presenta el reencuentro de estos dos amigos quienes comparten no solo esos

años universitarios, sino también el haber tenido que lidiar con las tragedias que, a veces, nos depara la vida. Aunque la situación es muy complicada, Gustavo estará dispuesto a ayudar a Daniel, pero, primero, tendrá que indagar en el pasado de éste, para luego, seguir los indicios encontrados, así como las pistas que el propio Daniel le proporcionará, y, finalmente, descubrir lo inesperado.

i. Hipótesis

La novela de Faverón Patriau se ajusta al género policíaco. Sabemos que, en este género, la pieza activa del relato es la figura del detective quien tiene como objetivo la resolución de un misterio criminal a través de una investigación que va desde lo empírico, lo racional hasta lo “cuasi-científico” (Reyes 146). El detective deberá mirar hacia atrás, buscar en el pasado y descubrir cómo y por qué se cometió el crimen, teniendo como meta revelar el nombre del asesino. Precisamente el acto de retrospección, de voltear la mirada al pasado, es lo que creemos que guarda un significado especial en esta novela, porque al relatar el pasado, hay un elemento indispensable: la memoria. Paul Ricoeur afirmaba que en la memoria reside el vínculo de la conciencia con el pasado (Ricoeur, 1999: 23) y es ahí donde se guardan los recuerdos, los cuales vuelven a tener vigencia al momento de ser evocados y narrados. Por otro lado, Halbwachs aclara que esos recuerdos almacenados en cada individuo constituyen memorias individuales,

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8 las que no están aisladas sino que interaccionan unas con otras, asistiéndose mútuamente para conformar, así, la memoria colectiva, la cual podrá reconstruir el pasado de manera más completa (1992: 39).

Creemos encontrar en El Anticuario un intento de aportar a la memoria individual y colectiva de una sociedad de una manera que no es del todo directa, puesto que se recurre a la literatura, lo cual es muy válido porque la literatura puede hacer mucho por nosotros: desde entretenernos y hacernos más felices, hasta hacernos entender el mundo para poder vivir en él. Y no solo eso, la literatura, al igual que la historia y la filosofía, puede aportar al progreso del pensamiento a través del estudio del pasado (Todorov 2007: 32). La memoria, como lo explica Halbwachs, tiene marcos generales – como el lenguaje y el espacio – y también marcos sociales – como las clases sociales – nombrando aquí los marcos que nos interesa abordar en este trabajo. Como en toda novela de este género, un crimen es motivo de investigación. Para que esta investigación dé resultados se ha de recurrir a la memoria de todos los implicados: la de los personajes principales y secundarios. Sucederá, por lo tanto, una conexión verbal entre ellos, conexión que tiene a la lengua como instrumento principal, ya que sirve para comunicar los recuerdos de cada uno, y, así, en conjunto, intentar recomponer la historia de ese asesinato. Por estos aspectos mencionados y por otros que queremos destacar planteamos esta hipótesis:

Gustavo Faverón Patriau utiliza la noción de memoria como hilo narrativo de su novela El Anticuario para darle estabilidad a la trama, y señalar la importancia de la memoria, tanto individual como colectiva, en la reconstrucción del pasado de una sociedad.

ii. Metodología

Nuestro trabajo consiste en la lectura analítica de la novela de Faverón Patriau en el cual pretendemos resaltar los aspectos literarios donde la noción de memoria está insertada. Partiremos desde la elección del género – el policial – cuya estrecha relación con la memoria ya es conocida, sin embargo, hay detalles en El Anticuario que le dan otra tonalidad a este género donde, generalmente, esa noción de memoria está implícita, aunque, a veces, también, se apunta a ella directamente. Nuestro siguiente paso será observar la memoria desde el punto de vista individual y social, donde el lenguaje es herramienta necesaria para la comunicación humana, pero, sobre todo, para la transmisión de recuerdos individuales que al unirse lograrían recomponer, colectivamente, un pasado común. Asimismo, hablaremos de la intercalación de las voces narradoras, las que parecen ilustrar la comunicación entre seres que coexisten en un espacio compartido. Algo sobre lo que ya Bajtín había hablado: “el dialogismo”, que no es otra cosa que la interacción entre conciencias individuales (249) y en las que nosotros creemos

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9 encontrar el propósito de recomponer un pasado, que no solo le compete a los personajes que coexisten en la trama principal de la novela, sino que va mucho más allá del ámbito ficcional. Como tercer paso, vamos a ocuparnos de un aspecto neurocognitivo de la memoria: el rol de la imaginación, cuya acción permite traer de vuelta el pasado en imágenes. Las imágenes son esas huellas que nos han dejado las cosas registradas por los sentidos, y, que están guardadas en la memoria. Imágenes que nos proveen de información valiosa para reconstruir el pasado de la manera más exacta posible. Finalmente, estudiaremos el aspecto narrativo de la memoria, recordando que la narrativa es una forma de estructurar el conocimiento que se quiere comunicar (León 19). Estructura que se asemeja a un tejido de discursos, diálogos o textos que se intercalan unos con otros, característica muy propia y perspicaz de El Anticuario, la cual la estudiaremos desde la intertextualidad, es decir esa relación que los textos – texto principal e intertextos – mantienen unos con otros.

iii. Marco Teórico

Para corroborar nuestra hipótesis, trabajaremos a la luz de varios teóricos literarios, apoyándonos, sobre todo, en los trabajos sobre la memoria de Maurice Halbwachs: On

Collective Memory (1992) y Los marcos sociales de la memoria (2004); así como los de Paul

Ricoeur: La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido (1999) y La memoria, la historia, el

olvido (2000). En lo que respecta el estudio del género policial en esta novela, hemos tomado

en cuenta el ensayo de Tzvetan Todorov, “The typology of the Detective Fiction”. Para entender cómo funciona la memoria desde la perspectiva neurocognitiva, hemos recurrido al trabajo científico de Renate Bartsch, Consciousness Emerging (2002) quien nos explica los diferentes aspectos de la memoria y nos ayuda a entender el papel de la imaginación en la creación de imágenes al momento de evocar el pasado. Además de Bartsch, tomaremos en cuenta los aportes de Gilles Thérien, con su trabajo Lectura, imaginación y memoria (2005), donde nos habla de cómo las palabras, igualmente, esconden imágenes; imágenes que habitan en el lector y que retornan durante la lectura (161). Ambos trabajos – de Bartsch y Thérien – nos servirán de base para analizar algunas de las imágenes que encontramos en El Anticuario, y, que son muestra de que los detalles en imágenes proporcionan información adicional a lo que se narra. Por otro lado, K.R. Wallace nos explica el pensamiento de Bacon sobre la imaginación y la memoria, que es de gran valor para nuestro trabajo, en su libro: The faculties of Man’s soul:

understanding, reason, imagination, memory, will and appetite (1967). Por último, para ser

capaces de encontrar la intertextualidad en esta novela y su relación con la memoria, las contribuciones de Mijaíl Bajtín en su trabajo Estética de la creación verbal (1982), así como el

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10 el artículo, bastante didáctico, de Lauro Zavala, titulado “Elementos para el análisis de la intertextualidad”(1999) y la obra de Michael Riffaterre: Fictional Truth (1990) han sido de valiosa ayuda para este trabajo. De igual manera, la investigación sobre la memoria narrativa realizada por Carlos León: “An architecture of narrative memory” donde encontramos la base que necesitábamos para comparar la narrativa en sí con la estructura narrativa de la memoria.

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1. CAPITULO I: El género policial y la memoria

Faverón Patriau ha considerado en el género policial como la vía más idónea para insertar la noción de memoria en su novela El Anticuario; noción la cual pretende ser usada como un elemento narrativo que permita darle a la historia una cierta estabilidad de principio a fin. En general, sabemos que el género policial y la memoria guardan una relación estrecha, como ya ha sido estudiado en los diferentes trabajos de varios autores, los cuales no pretendemos señalarlos aquí, éstos, simplemente, nos sirven como un antecedente para el trabajo analítico que pretendemos hacer a la primera novela de este autor peruano. En este capítulo, aparte de señalar los aspectos en donde ha sido insertada la noción de memoria, intentaremos analizar la manera cómo el autor aborda la trama a través del género: el rol del detective, los aspectos de la investigación, las víctimas, el escenario, así como los matices que el autor le ha dado a su novela, que van desde lo criminal, y lo dramático, hasta llegar al horror.

La novela de Faverón Patriau pertenece al género policial, donde los personajes principales son el asesino y el detective. Generalmente, la noción de memoria entra en juego desde el momento en que se realiza la investigación: el detective debe buscar en el pasado y descubrir cómo, por qué y quién cometió el crimen. Ocurre, entonces, un acto de retrospección: se voltea la mirada hacia el pasado; y para poder evocarlo, la memoria es el elemento primordial. La palabra “memoria”, parece ser un concepto simple y entendible, sin embargo, esta palabra abarca muchas cosas en su definición. En este capítulo queremos referirnos, primero, a la memoria desde el punto de vista de la psicología. Según esta disciplia, la memoria es el almacén de la mente donde se guarda todo lo aprendido, al cual podemos acceder cuando lo necesitemos. En otras palabras, la memoria es el indicio de la capacidad que tiene el hombre para guardar y recuperar la información (Myers 544). Uno de los personajes principales en El

Anticuario, Gustavo, aparece al principio de la historia, y es a través de él que Faverón va

introduciendo la noción de memoria en su novela. Las primeras líneas de El Anticuario hacen un despliegue de la capacidad de recordar que tiene el ser humano: en un lugar no indentificable al principio, oímos a Gustavo evocando personajes, fechas y eventos macabros que, de alguna manera, pretenden asentar las bases de la novela que el lector se dispone a leer:

Según la esposa de Conrado Lycosthenes, que era extranjera, en su país las mujeres ponían huevos como las gallinas. [...] Ramirhdus de Cambrai nació de una gallina virgen y lo mataron: 1076. Gherardino Segarelli predicó a los sabios en el granero y lo mataron: 1300. Fra Dolcino multiplicó los pollos y los gallos y lo mataron: 1307. Jan Hus hizo cantar tres veces a Pedro y lo mataron: 1415. (11).

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12 Este extracto es solo una muestra de una larga letanía de nombres que Gustavo menciona, personajes históricos que comparten un destino común: la muerte por asesinato, presentando así al lector, casi de manera inmediata, el género policial de esta novela, agregándole, a su vez, un tono de misterio y espanto. Al autor siempre se le ha preguntado sobre cómo surgió la idea de escribir El Anticuario, y él ha respondido que la novela nació como un ejercicio literario, donde presenta una historia bastante caótica y oscura, pero buscando demostrar que esa oscuridad y ese caos pueden ser resueltos a través del raciocinio (Ruiz, 2011). Aquí, nos encontramos con otro concepto que no está desligado de la noción de memoria: el raciocinio. En su artículo “El alma sus facultades y operaciones” , F. A. Nuszlein, explica que la memoria es un repertorio que sirve para el saber, pero ese saber que nos da la memoria se desarrolla a través del raciocinio (324). Y mucho antes que Nuszlein, Simón de Viegas ya afirmaba que las ideas adquiridas por el hombre en el pasado son retenidas en la memoria, las cuales, mediante el raciocinio, pueden unirse a las ideas adquiridas en el presente y, así, aumentar el saber (63-66). Precisamente, el querer saber, descubrir y entender los pormenores de un crimen son los objetivos principales de toda novela policial y también lo son para El Anticuario. Sin embargo, al iniciarse la trama, la investigación del asesinato de la primera víctima, Juliana, ya se ha llevado a cabo, y se ha identificado al asesino: Daniel, quien está cumpliendo su condena en una clínica psiquiátrica, pues todo apunta a que cometió el crimen en un arranque de locura.

En su ensayo “Tipología de la novela policial”, Todorov dice que para que una novela pertenezca al género “por excelencia” no debe transgredir sus reglas, y tiene que conformarse con ellas (1977: 43), sin embargo, toda regla tiene su excepción. De antemano, podemos decir que la novela de Faverón no es una novela especular de este género, puesto que no sigue las convenciones al pie de la letra. Un ejemplo de ello es la figura del detective, quien no está delineado como el típico héroe o la estrella de la novela. Gustavo es un hombre como cualquier otro, no es un tipo rudo, aunque sí, curioso, quizá por su formación académica – es piscolingüista – y se convierte en un detective amateur gracias a su amistad con Daniel: “Daniel había sido mi mejor amigo desde los primeros días en la universidad. Fuimos inseparables, cuando se fueron decantando casi sin que lo percibiéramos nuestras vocaciones y con ello, nuestras vidas: yo me incliné por la psicología y luego la psicolingüística, [...]”(15). Creemos que los recuerdos, guardados en la memoria de Gustavo, son el motivo principal para involucrarse en el drama de su amigo. Es así que el rol central de esta novela, el detective, está representado por Gustavo. Será él quien se encargará de descifrar los enigmas y los misterios que se esconden en el infortunado destino de Daniel, y de aquellos, que de alguna forma, están implicados.

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13 Si bien el caso de Juliana, aparentemente, ha sido resuelto, más adelante, nos enteraremos de que ha ocurrido otro asesinato, esta vez, en la clínica donde Daniel cumple su condena, siendo él el principal sospechoso. Es aquí, cuando la novela se percibe más claramente dentro del género policial porque este nuevo crimen da comienzo a una nueva investigación. Sin embargo, la investigación policial formal está siempre en segundo plano, y los oficiales encargados apenas aparecen, y cuando lo hacen, no aportan nada que resuelva el crimen. La investigación que se relata en El Anticuario es la que solicita el propio sospechoso a su amigo y ex compañero universitario, Gustavo, quien acude a su llamado:

Imposible imaginar, en ese momento, que mi conversación con Daniel iba a estar plagada de acertijos y silencios, que para colmarlos tendría que convertirme de la noche a la mañana en detective y echarme a las calles a capturar espectros, zambullirme en el pozo de una memoria ajena [...] (19)

Gustavo se da cuenta del compromiso que acaba de adquirir con Daniel: el de “convertirse en un detective” y de lo que esto implica: hacer indagaciones, enfrentarse a silencios de testigos importantes hasta hacerlos hablar; ir por las calles tratando de conseguir las confesiones de algunos otros que están implicados; además, seguir el rastro dejado por las víctimas: las mujeres asesinadas, y estudiar sus historias personales para encontrar, quizá, las claves que ayuden a resolver el crimen. Pero sobre todo, esta tarea requiere que Gustavo se sumerja en los recuerdos de todos ellos, que hurgue en la memoria de Daniel, en la de otros testigos y en la suya propia, para contarnos lo acontecido:

Y cuando veo, si me vista llega más allá de los vendajes, siento que la casa es un cascarón que se empieza a desbaratar sobre mi piel: un cascarón que separa el mundo exterior del interior, diferenciando entre la realidad y el sueño y la memoria. Pero, en los primeros tiempos no sé cuál es cuál. Y tampoco sé, al principio, cuánto llevo tendido en esta cama, ni por qué estoy aquí, en esta clínica (12).

En este extracto, aparece, una vez más, esa noción de memoria que queremos sacar a relucir en nuestro trabajo: Gustavo está en una clínica y parece no recordar lo que le ha sucedido, trata de entender la situación en la que se encuentra, él lleva vendajes, se encuentra aislado – está separado del mundo exterior –, se encuentra confuso, no sabe si lo que siente corresponde a la realidad, es un sueño o son solo recuerdos, no entiende, no sabe, o, ¿será que la memoria le falla y no consigue recordar las circunstancias en las que llegó ahí? Poco a poco, todo será develado.

Todorov menciona, también, otra característica muy propia del género que es la dualidad, es decir, que se narran dos historias: la del crimen y la de su pesquisa (1977: 44). En

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14 Daniel ha asesinado a tres mujeres: a Juliana, su novia; a Juliana, su amante, y a Huk, una paciente que estaba internada en la misma clínica que él. Desde el inicio, entendemos que Daniel mató a la primera Juliana, y ese crimen es la razón de su reclusión en esa clínica: “Después de la muerte de Juliana, dijo Daniel, vino el juicio, y mi madre consiguió que me trajeran aquí, en lugar de a la cárcel” (43). Pero “hubo dos Julianas en la vida de Daniel [...] Una Juliana murió catorce días antes que la otra, [...] La muerte de una causó la muerte de la otra” (132). Este dato es uno de los descubrimientos que desorienta a Gustavo, pues, como amigo y detective tendrá que hacer más averiguaciones que le ayuden a convencerse a sí mismo de que Daniel es inocente de la muerte de esa tercera mujer.

En lo que respecta a la escena del crimen, ésta se manifiesta, a través de recuerdos, es decir, se trae a la memoria los detalles almacenados de ese momento clave de la trama. En El

Anticuario, tanto los testigos directos como indirectos son los que proporcionan esa

información, así como también lo hace el propio Daniel, quien le relata a Gustavo, la manera en que encontraron el cadáver de Huk:

Y por la mañana, siguió diciendo Daniel, uno de los enfermeros había encontrado a Huk, sentada en su cama, en la habitación número uno, las piernas plegadas sobre el vientre, los brazos abajo y adelante, con los manos hacia dentro, rodeando las canillas, los dedos entrelazados, las uñas rotas, las yemas rasgadas, los pies juntos, la cara echada hacia atrás, el cuello hinchado, la boca y los ojos abiertos, el pelo negro suelto cayendo sobre los hombros, una bola de sangre en la oreja izquierda, aviso de una costra larga y brillante que le cubría los senos y describía un garabato de líneas erráticas que bajaban hasta el nacimiento de la pelvis, un par de moscas caminándole en la frente, un hilo de legañas en cada párpado, los dientes quebrados, las comisuras de los labios recortadas, abiertas a tijerazos, las tijeras sobre la almohada, las mejillas inflamadas [...] (105) La memoria de Daniel guarda increíblemente tantos detalles, cada uno más perverso que otro, que proporcionan una imagen vívida y siniestra de la escena, como si estuviera analizando una fotografía. Este extracto de la novela, nos produce una interrogante sobre la memoria y de cómo es posible recordar algo que está ausente como si estuviera presente y lo viéramos frente a nosotros. Aristóteles explica que la memoria es como si fuera una pintura y se sostiene porque causa “una sensación en el alma” cuando hay una afección presente (15). Habiendo compartido momentos con Huk, y habiendo tenido un acercamiento amical con ella, su muerte causó un gran impacto emocional en Daniel.

En una entrevista, Faverón nos cuenta que a pesar de que pretendía adecuar cada pasaje de su novela a la narración genérica, buscaba también añadirle un tono de horror psicológico, de cuento gótico, y lo hace a medida que el relato avanza, en su afán de “desplegar una serie de recursos técnicos” que pretenden “engrosar los sentidos de la novela” (Ruiz, 2011). Esos

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15 recursos técnicos de los que Faverón se sirve, le dan un sabor tan personal a El Anticuario, sobre todo el tono gótico que le añade al género policial. En su ensayo “La novela gótica”, Lucía Solaz afirma que ésta busca que los personajes se muevan en un ambiente que facilite ese terror. Generalmente, dice, los hechos suceden en oscuros parajes, con vegetación, o lugares en ruinas y aislados. En El Anticuario, las descripciones de la clínica nos recuerdan esto señalado por Solaz. La clínica, donde está recluído Daniel, tiene su propia historia. Ella guarda en sus muros misterio, dolor y espanto: “[...] cuando levantaron este edificio [...] Hace trescientos años era una mansión [...] en ese tiempo, este lugar estaba fuera de la ciudad” (136). Incluso la historia de su propietario original es algo funesta: era un misántropo rico que murió sin descendencia: “murió un sábado en la tarde y lo hallaron por la mañana del domingo, sentado sobre su cama, desnudo, pero con las botas puestas, cubiertas al parecer por el barro del breñal vecino a su fortín” (138). Lo que sucedió más tarde con la clínica nos hacen pensar en algo así como una maldición: “el edificio pasó al poder de la Iglesia y más tarde a manos del Ayuntamiento y se convirtió primero en un leprosorio y más tarde en una prisión [...]” (138). En otras palabras, después de haber sido una mansión de un hombre rico, pasó a ser un leprosorio, es decir, un hospital para leprosos. La lepra, enfermedad estigmatizada, mencionada muchas veces en las Sagradas Escrituras, era considerada como un castigo de Dios (Neyra, 1994) y aquellos que la padecían estaban condenados a vivir en las leproserías que estaban situadas en las afueras de las ciudades. Y después de haber sido refugio de los avergonzados y despreciados leprosos, esa construcción pasó a ser lugar de encarcelamiento para criminales, para años más tarde convertirse en clínica: “Durante medio siglo [...] fue prisión, [...] Más tarde, por cincuenta años, fue un hospital, con un pabellón para enfermos contagiosos y otro para pacientes de bajo riesgo: los sarnosos, los apestados” (139). Todos estos datos sobre la clínica donde vive el presunto asesino y donde tuvo lugar el tercer asesinato, buscan hacer que el pavor despegue en el relato, para luego agregarle al género policial ese aspecto gótico que Faverón quiere darle.

Algo importante sobre estos aspectos góticos de El Anticuario, mencionados en el párrafo anterior, es que tienen mucho que ver con el tema de nuestro trabajo: la noción de memoria presente en la novela. En este caso, en particular, porque la memoria juega un papel vital en la representación del pasado. Con esto se amplía la definición de lo que es la memoria, ya que ella nos permite “ir tan lejos como sea posible” en nuestros recuerdos (Ricoeur, 2000: 14). Con estas referencias que se hacen dentro de la realidad de El Anticuario, el autor no solo proporciona una representación del pasado, sino que sugiere un vínculo con él. Por ejemplo, el origen de la clínica, la historia personal del propietario, el cambio de uso que se le dio a esa

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16 construcción: pasando de ser mansión a leprosorio, convirtiéndose, más tarde, en una prisión y finalmente en una clínica psiquiátrica. Todas estas instituciones que encierra esa construcción nos remiten a la concepción que Halbwachs tiene de la memoria: él la considera como la generadora de recuerdos que pertenecen a un colectivo de grupos e instituciones dentro de la sociedad, los cuales se han ido construyendo durante largos periodos de tiempo (Halbwachs, 1992: 22). Esa clínica, según la historia de Faverón, guarda los recuerdos de muchos colectivos en, por lo menos, trescientos años. La lejanía en el tiempo de esos recuerdos que se pueden tener sobre algo, funciona bien para el tono macabro que el autor quiere darle. Así lo explica Cuddon, él dice que la intención principal de las novelas góticas es producir en el lector una sensación de frío en la columna vertebral y una sensación que coagula la sangre [“to chill the spine and curdle the blood”] (289). Faverón consigue, en cierta medida, producir esas emociones aterradoras en el lector, específicamente cuando Gustavo en su afán de investigar la muerte de Huk dentro de la clínica, se mete sin ser visto en las diferentes habitaciones, llegando a una donde “pendían telas de arañas con capullos de mariposas y larvas” y en una esquina se topa con una mujer: “las ramas de pelo negro le caían sobre los hombros, hasta el estómago, la cabeza gacha y los dedos atrapando los dedos con firmeza de garrotes. Emitía un rugido tenue, de reptil”( 199). La mujer es como si fuera una aparición, un espectro, en ese cuarto en penumbras: “parecía un enano recogido [...] una mácula oscura de piel endurecida, un ojo cubierto por la caída sin forma de un párpado hinchado, globular como un carcinoma crecido bajo la frente el otro ojo abierto, negro” (200). Sin ninguna duda, hay en la descripción de esa mujer, una exageración en su deformidad que pretende sacudir al lector y producir en él, disgusto y miedo.

En lo que respecta al escenario donde, mayormente, sucede la historia, y, a pesar de que no se menciona en la novela, ciertas descripciones que se hacen de él, nos hacen evocar un lugar que no es del todo desconocido. Esa frase popular que dice que “un lugar trae recuerdos de otro” , se puede aplicar al escenario donde ocurren los hechos principales en El Anticuario. Esa impresión de reconocer un lugar específico tiene que ver con uno de los marcos generales de la memoria: el espacio. Halbwachs afirma que una sociedad configura un espacio determinado a su manera, transformándolo a su imagen e insertando dentro de él las experiencias, los acontecimientos, en otras palabras, construyendo, en ese espacio, los recuerdos (1992: 106). El espacio donde ocurren los acontecimiento de la historia de Daniel aluden, en mayor proporción, a la capital peruana. Faverón Patriau admite que delineó el mundo de su novela tomando elementos de la topografía limeña, como el campus de la Universidad Católica del Perú, el distrito de San Miguel o el mercado de libros del Jirón Amazonas. Además, también usó el

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17 trasfondo histórico colectivo del país, en particular la guerra interna del Estado peruano con Sendero Luminoso (Castañeda, 2010). No obstante, él ha cuidado de que la novela tenga un cierto grado de abstracción para que funcione con todo tipo de lectores (Entrevista de Canal L [ Fecha de consulta: 26 de mayo, 2016] ). En la novela, no se cita, en ningún momento, el nombre de la ciudad, el pueblo o el país donde se desarrolla la trama, aunque él da algunas referencias en sus descripciones, en algunos relatos que aparecen dentro y fuera de la historia principal, o los nombres quechuas que llevan algunos personajes, quizás con la intención de estimular la memoria del lector peruano, pero sin entorpecer la lectura de un público más general.

Con respecto a las víctimas en la novela policial, sabemos que tradicionalmente era requisito que la víctima fuese un hombre, y que tuviese poco valor emocional en la historia (Knight 77). Faverón, hace todo lo contrario, en su novela las víctimas son mujeres que llevan una gran carga emocional. Juliana, la novia de Daniel, parecía haberse deslumbrado por su caballerosidad y por su intelectualismo: “Daniel la había llamado por su nombre, [...] ¿quieres un café?, éste lo compré para ti, y ella se había sentado a su lado [...] había terminado por quedarse con él más de una hora, escuchando sus historias” (84). La otra Juliana, la amante, ejercía en Daniel una pasión muy fuerte, era una mujer con un pasado dramático, pero “era una persona mucho más viva y más real que cualquier otra” (208). Mientras que Huk, producía en su supuesto asesino un sentimiento de compasión porque era “casi una niña”, y parecía guardar un dolor inmenso. Estas tres víctimas pretenden retratar un mal que acarrea la sociedad actual: la violencia contra la mujer, la misoginia. Pero ellas tres no son las únicas que tienen un peso importante en la novela, hay que sumar aquella mujer deforme que Gustavo descubre en la clínica , y que a pesar de representar el mal, es otra víctima de la violencia privada y social, como lo explica el mismo autor (Ruiz, 2011).

Por último, cabe mencionar que Faverón toma otros elementos típicos del género que son el juego y el enigma, elementos que, según el autor, colaboran en darle a su novela una estructura policial, ya que hay cosas dichas, indicios, algunas cosas resueltas, pero hay otras que son más oscuras, inexplicables, inasibles que demandan una implicancia por parte del lector, sobre todo porque los saltos en el tiempo de la narración, los diferentes crímenes, los subtextos – historias incrustadas dentro y fuera del texto principal – que pueden distraer y confundir pero, sobre todo, que pondrán a prueba la memoria del lector y su habilidad para abstraerse, por momentos, de la trama central, y volver a ella sin dificultad.

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2. Capítulo II: La memoria, el lenguaje y las voces narradoras.

En el capítulo anterior habíamos definido la memoria como el almacén de experiencias y como la capacidad para recordar, connotando la memoria como algo personal e interno. En su trabajo

La memoria, la historia, el olvido, Paul Ricoeur afirma que la memoria es muy singular, puesto

que los recuerdos – que pertenecen al pasado – son “posesión privada” de cada persona, a los cuales se les ha añadido sus propias impresiones (2000: 128). Para Halbwachs, por el contrario, la memoria es de carácter social. Él cree que cada grupo social construye su pasado con ayuda de los recuerdos de los otros miembros de ese grupo: “Lo más usual es que yo me acuerdo de aquello que los otros me inducen a recordar, que su memoria viene en ayuda de la mía, que la mía se apoya en la de ellos” (Halbwachs, 2004: 18). Halbwachs considera que la memoria tiene cabida dentro de marcos sociales (la familia, la religión, las clases sociales) y marcos generales – el tiempo, el espacio y el lenguaje – que son usados por los grupos y que hacen posible que se rememoren hechos. En este capítulo, vamos a referirnos al lenguaje como marco de la memoria y cómo lo percibimos dentro de El Anticuario.

Faverón Patriau ha confesado que una de las inquietudes que él tenía al escribir esta novela era constatar el rol del lenguaje como instrumento para invocar la memoria y reconstruir hechos del pasado, por eso, se decidió por el género policial, ya que durante la investigación para descubrir al culpable, sucede una conexión verbal entre Daniel, el presunto asesino, Gustavo, el detective, y los testigos (Muñoz, 2015). En la novela, el lenguaje es un concepto de suma importancia, por lo que no es casualidad que la ocupación de Gustavo sea la de psicolingüista. La psicolingüística es la ciencia que estudia cómo los hablantes adquieren, comprenden, producen y pierden el lenguaje (Hernández, 2007: 39). Halbwachs considera al lenguaje como “el marco más elemental y más estable de la memoria” (2004: 64) por tanto, se puede afirmar que la exteriorización de la memoria depende de él. Por esto, se considera al lenguaje como un constructo social y solo se forja dentro de una sociedad. He aquí, entonces, tres conceptos que guardan relación: memoria, lenguaje y sociedad, los cuales pretendemos encontrar en la novela de Faverón, pues, nos ayudarán a demostrar que el autor usa la noción de memoria como un hilo narrativo que le otorga consistencia a su novela.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al lenguaje como un “sistema de comunicación verbal, y casi siempre escrito, propio de una comunidad humana”. El lenguaje está implícito en esta novela de varias formas, por ejemplo, en las inclinaciones, intereses, ocupaciones y dramas personales de algunos de los personajes. Tomemos a Daniel como modelo: él tiene como afición la lectura, se interesa por la historia, los libros y las

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19 antigüedades. Esa afición no es un simple pasatiempo, ya que Daniel, mentalmente, se sumerge en las historias que encuentra en los libros, hace vívidas representaciones de “obras teatrales descosidas y atrabiliarias, variaciones de clásicos o cuentos de hadas, resúmenes histéricos de novelas de caballería y relatos de espías y asesinos en serie [...]”(39); además, suele estar en su “biblioteca-dormitorio”, y pasar “las horas del día, día tras día, semana tras semana, descifrando notas marginales en tomos que nadie más leía” (15). Como vemos aquí, se trata del lenguaje escrito, el cual se conserva en el tiempo y el espacio, generalmente, gracias a la tinta y al papel. Los libros que guardan la palabra escrita son referencia constante en la novela, específicamente, a través de esa imagen que captamos de Daniel, él junto a sus libros. Somos testigos de esa avidez o necesidad que tiene de leerlos, muchas veces como un escape: “Había leído como poseso, buscando algo, no sabía qué, a veces cuatro o cinco libros a la vez, intentando reemplazar sus pesadillas con las historias que iba descubriendo en ellos” (45). Cabe mencionar, que la lectura equivale a un ejercicio de memoria, como él mismo lo explica: “me quedaba pasmado ante las palabras, no era que las meditara, era que las estaba descubriendo, mirándolas a la cara, como si jamás antes hubiera tenido un lenguaje” (45). Precisamente, este pasaje nos remite a Halbwachs, quien afirma que cuando surge la incapacidad de manejar el lenguaje, es porque hay una brecha entre el individuo y la sociedad, el mismo que le impediría toda posibilidad de recordar (2004: 90). Algo que parece sucederle a Daniel, al principio de su internamiento en la clínica, quizás, porque, primero, tenía que adaptarse a ese nuevo colectivo en el que se encontraba hasta lograr ser parte de él.

Esa imposibilidad conjunta de recordar y de usar el lenguaje está también planteada en El Anticuario, especialmente en uno de los personajes: Huk. Su nombre se origina en la única frase que ella es capaz de pronunciar: “una sílaba larga que parecía provenir de un instrumento hueco y fibroso, y que había pronunciado con esmero y arrojado contra todo el que se le acercase: Huk” (59). El recordar implica poder nombrar objetos y distinguir nombres. Si una persona está obstaculizada de realizar esas acciones, tiene, entonces, un desorden intelectual (afasia) debido a que existe una alteración en el acoplamiento entre esa persona y el grupo social en el que se encuentra, por lo que el síntoma más marcado de una persona afásica es la incapacidad de utilizar las palabras (Halbwachs, 2004: 90). Jorge Hernández Jaén, en su trabajo “Lenguaje, cuerpo y mente: Claves de la Psicolingüística”, dice que a pesar de que el cráneo está bien protegido, cualquier golpe fuerte en la cabeza puede provocar lesiones en el cerebro, en zonas cerebrales encargadas del funcionamiento del lenguaje (66). En ese mismo estudio, se describen los diferentes tipos de afasias, y conociendo los datos proporcionados por el autor con respecto a Huk, creemos que su trastorno es muy similar a la afasia global. Este

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20 tipo de afasia es consecuencia de una lesión cerebral masiva, y es un trastorno muy grave, pues, anula casi todos los procesos lingüísticos. Quien la padece no puede hablar, ni leer ni escribir, y su comprensión está seriamente afectada. Tan solo le queda la capacidad de reconocer su lengua frente a las demás (Hernández 67). Sabemos por Faverón, que en su novela hay ciertos detalles que sugieren el escenario de la historia de El Anticuario. Uno de esos detalles es el uso de palabras quechuas, como “Huk”, que en quechua significa “uno” (Muñoz, 2015). Esto nos sugiere que aquella chica de 16 o 17 años, “pequeña y marrón” y de “mirada vacía”, proviene de algún lugar quechua hablante, y sufre un trastorno que le impide comunicarse, no obstante, le queda la capacidad de reconocer su lengua y esa palabra “huk”, es la prueba. Huk se convierte en su identidad, y la usa ante cualquier circunstancia dentro de la clínica. Pero, la afasia de Huk, no es el único trastorno del lenguaje que encontramos en El Anticuario, en los cuales está comprometida la memoria. Por eso, decíamos que no era un hecho fortuito que Gustavo fuera psicolingüista de profesión. Como detective, él ha de usar su raciocinio para analizar las pistas encontradas, y, a la vez, su conocimiento profesional le será de gran ayuda, como aquella vez que debe descifrar los mensajes entregados por tres pacientes que sufren de ecolalia. La ecolalia consiste en que cuando el paciente intenta responder a su interlocutor, repite la última o últimas frases que ha oído. Un enfermo de ecolalia sufre una alteración de su lenguaje interior y reproduce los esquemas suministrados por el interlocutor (Vendrell, 982), como cuando Gustavo interroga a uno de los pacientes mensajeros de la clínica: “Le hice las mismas preguntas que a la otra paciente, frases que él escuchó con atención, repitiéndolas sílaba por sílaba, un susurro agitado y sordo, como un eco, apenas yo las acababa de decir”(169). Notamos, que a pesar de sufrir de ecolalia, los pacientes conservan su memoria auditiva, pueden reproducir lo escuchado y transmitir un mensaje.

Volviendo a Huk y a las nociones de memoria, colectividad y lenguaje, éstas se ponen de manifiesto en la novela a través del círculo de pacientes de la clínica que se reúne en el jardín para oir las historias que Daniel les cuenta. Huk, inconscientemente, percibe que no encaja dentro de ese grupo, dado que ella jamás se aproxima al resto. Daniel parece explicar esa alteración entre lenguaje, memoria y colectividad en un pasaje de la novela. Estando frente a su auditorio, se dispone a leer uno de los libros elegidos, y cuenta que Huk, en vez de acercarse, se aisla yendo “hasta el rincón opuesto del jardín ”, por lo que los relatos leídos no hacen ningún efecto en ella, mientras que a los otros tal vez sí, como él mismo lo expresa: “las historias leídas me iban consumiendo, la iban apartando, nos transformaban, eso pensaba yo, a mí y al resto” (60). Esa incapacidad que tiene el sujeto de utilizar el lenguaje, revela una grieta entre él y la sociedad, por esto, éste tendrá impedimentos para “identificar su pensamiento con el de los

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21 otros” y no podrá verse dentro de esa representación social, pues “el contacto entre su pensamiento y la memoria colectiva se interrumpe” (Halbwachs, 1992:102). Huk era afásica, no podía comunicarse, no recordaba ni su nombre y tampoco parecía poder recordar su historia personal, o por lo menos, no podía ponerla en palabras. Definitivamente, Huk no encontraba su lugar dentro de ese grupo social o colectivo que formaban todos los pacientes de la clínica.

En lo que respecta a los grupos sociales o colectivos, estos están representados por el grupo de pacientes de la clínica, y, también, por otro grupo de personajes - Mireaux, Pastor y Gálvez – que junto con Daniel se los presenta como: los “librófilos y traficantes de vejeces, eruditos que compraban bibliotecas” (16). Principalmente, son estos dos colectivos los que ayudan a ilustrar el concepto de sociedad en la novela, concepto que guarda una relación estrecha con el lenguaje y la memoria. Personajes que están conectados con Daniel por su interés por la historia y las letras – por el lenguaje – , quienes “se veían cada semana, [...] imantados por la colección de antigüedades en la única librería de viejo respetable en la ciudad”, de la que finalmente se adueñaron y a la que la bautizaron “con el nombre curioso y juguetón con que venían refiriéndose a sí mismos desde el principio de esos negocios en común: El Círculo” (18). Nombre idóneo para ese grupo de personas, que aun con antecedentes muy diversos, estaban unidos no solo por su devoción a las bibliotecas y los libros, sino también, a los “archivos, catálogos centenarios, antiguallas impresas, grabados, acuarelas, óleos decimonónicos, documentos de tiempos de la Colonia, la emancipación o la primera República”, es decir, por todo aquello que guarda un vínculo con el pasado, un vínculo con la historia. Pierre Nora dice que la memoria tiene su raíz en lo concreto, en el espacio, en el gesto, en la imagen y en los objetos. Su definición de lugares de la memoria abarca toda unidad de orden ideal o material que puede ser significativa o simbólica del patrimonio memorial de cualquier comunidad (23). Nora estudió el oficio del historiador y él afirma que la historia y la memoria no pueden desvincularse de la palabra, pues a través de ella, se pueden registrar los hechos. Estos hechos se delegan a un “archivo” para acordarse de ellos, un archivo que no es otro que acumulación de documentos, que constituyen una “memoria de papel” (25). Las piezas y documentos recolectados por los miembros de El Círculo son símbolos del ayer, son testimonio de otro tiempo, pero, sobre todo, son signos que pertenecen a una sociedad del pasado, actuando, a su vez, como pertenencia en el presente, uniendo a los miembros de ese colectivo.

Es durante el trabajo de investigación que Gustavo realiza cuando la noción de memoria emerge con bastante fuerza en la novela. Como cada vez que Daniel rememora los hechos anteriores y posteriores a los asesinatos, y se los comunica a Gustavo con el fin de

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22 proporcionarle datos que le ayuden en sus pesquisas, y en vista de que estos no bastan, él se verá en la necesidad de interrogar a otras personas, como por ejemplo, a los socios de El Círculo para inducirlos a rebuscar en su memoria y, así, conseguir más información que lo lleven hacia el asesino. El autor logra, con esto, contrastar las memorias individuales de cada uno de estos personajes, hasta lograr ensamblar esos recuerdos de unos con los de los otros, como si se trataran de piezas de un rompecabezas, constituyéndose, de esta manera, una memoria colectiva, que le proporciona una información más completa sobre lo que realmente sucedió. Para ilustrar esto, ponemos dos ejemplos: lo que recuerda Pastor – la confesión de Daniel –, se acopla a la revelación hecha por Mireaux – había dos Julianas. Al mismo tiempo, cada relato incita al mismo Gustavo a recordar aspectos de la vida de Daniel, que lo conducen hacia otros personajes clave, quienes, finalmente, le ayudarán a despejar la gran incógnita de la novela. Es así, como se pone de manifiesto lo dicho por Halbwachs, que la posibilidad de un individuo de acceder a un recuerdo, depende del grupo al que pertenece, demostrando que hay, claramente, una relación entre sujeto y sociedad. Él lo expresa de esta manera: “podemos perfectamente afirmar que el individuo recuerda cuando asume el punto de vista del grupo y que la memoria del grupo se manifiesta y se realiza en las memorias individuales” (2004: 11). Con esta explicación, parece quedar claro que la memoria no es exclusividad del individuo, y que dentro de cada sociedad se pueden dar distintos relatos sobre el pasado, sin embargo, un grupo solamente puede reconstruir su pasado a partir de los recuerdos de los miembros, quienes poseen los marcos necesarios para ello, uno de ellos, de gran relevancia, es el marco general del lenguaje.

Dado que la memoria tiene una estructura narrativa, el lenguaje está involucrado en el proceso de su transmisión. El narrar un acontecimiento, es contarlo, es “informar acerca de algo” (Mendoza 10). Bruner dice que el relatar es una actividad tan natural como el lenguaje, porque las personas tenemos la capacidad de organizar y comunicar la experiencia en forma de narrativa, y, por eso, relatamos con mucha facilidad (30-33), sobre todo, oralmente, pues, es la manera más directa que tienen los miembros de un grupo de reconstruir experiencias pasadas. Entonces, ese algo que se relata, es, generalmente, un hecho guardado en la memoria, y la narración se hace posible gracias a la presencia de un narrador. En la introducción de El

Anticuario, se oyen de voces narradoras, como lo muestra el siguiente fragmento:

Jan Hus hizo cantar tres veces a Pedro y lo mataron: 1415. Jacob Hutter evisceró a sus discípulos y lo mataron: 1536. Anne Askew dio de beber su sangre a los polluelos y la mataron: 1540. Eso oigo, decía, desde hace un tiempo no sé medir. Abro los ojos y los cierro y después los abro nuevamente, no sé si minutos, horas o semanas más tarde, y

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23 tanto en la penumbra como en la luz escucho la misma enumeración: Nicholas Ridley fue desplumado por ser rey de los judíos y lo mataron: 1555 (11).

Esos datos macabros sobre esos personajes están enunciados en tercera persona, por lo que la voz parece corresponder a la de un narrador extradiegético. No obstante, en las líneas posteriores, esa voz cambia, e incluso, su tono es distinto, alguien narra en primera persona. Es un narrador intradiegético, un narrador personaje, que describe los actos como suyos. Al combinar esas dos voces, tenemos la impresión de que ese personaje estuviera, a su vez, oyendo a otra persona narrar esas historias. Aunque, líneas más abajo, descubriremos que se trata de un artificio, que esas dos voces proceden del mismo narrador, Gustavo, quien está evocando frases guardadas en su mente, y luego, narrando lo que él siente desde la clínica donde se encuentra internado. Desde ese lugar, Gustavo asume el rol de narrador de manera directa, cuando, después de haber conseguido un lápiz y un papel, empieza a escribir y a narrar: “Es una historia antigua, que para otros comenzó hace siglos, y para mí, al menos, quince o veinte años atrás”(12). Oímos a Gustavo, varias veces, rememorando los hechos, como cuando presenta el problema clave de la trama: “Habían pasado tres años desde la noche en que Daniel mató a Juliana, y su voz en el teléfono sonó como la voz de otra persona. Habló, sin embargo, como si nada hubiera sucedido jamás, para decirme que fuera a visitarlo a la hora del almuerzo” (15). Mas Gustavo no es el único personaje narrador de la historia, Daniel es, también, una voz que narra:

Después de la muerte de Juliana, dijo Daniel, vino el juicio, y mi madre consiguió que me trajeran aquí, en lugar de a la cárcel, pagándoles a un juez y a un par de psiquiatras que atestiguaron lo que ella les pidió. Durante los primeros meses en la clínica lo había embrutecido con somníferos y antidepresivos, lo habían hecho dormir semana tras semana, no sabía cuántas, y las pocas imágenes que guardaba en ese tiempo podía ser sueños recuerdos.(43)

En este extracto, lo que Daniel cuenta directamente se mezcla con las palabras de otro narrador que parece ser Gustavo. Si bien tenemos ciertas dudas, porque este pasaje corresponde al momento en el que los dos amigos se reencuentran después de algunos años, y Gustavo no podría conocer esos detalles de la estadía de Daniel en la clínica, por lo que es probable, que esa voz sea la de un narrador omnisciente. Aparte de Daniel, están las voces de los testigos quienes también narran los hechos, y esas voces se juntan, a menudo, con la narración que hace Gustavo o la que hace el narrador omnisciente. Goodheart afirma que el autor que quiere escapar de la tiranía monológica de un narrador omnisciente, ha de permitir que éste comparta la tarea con otros narradores. Por una parte, el omnisciente lo ve y lo sabe todo, y por otra, un

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24 narrador personaje hace que la narración se sienta más cercana, más real (555). Faverón confiesa que su objetivo era concederle una versatilidad estilística a la novela con el uso de diversos registros (Ruiz, 2011). Hay, entonces en El Anticuario una pluralidad de registros, una plurivocidad, la que permite que la narración ocurra desde diferentes ángulos y que exprese distintos puntos de vista. La narración ocurre gracias al lenguaje, que se construye en el grupo y es herramienta de comunicación. El coexistir en un lugar común y usar un lenguaje determinado facilitan relaciones comunicativas entre los miembros del grupo, lo que pone en evidencia la naturaleza dialógica del pensamiento humano como lo explicaba Bajtin (283). Pensamiento que es plural y diverso como la memoria, la que se reestructura gracias a los recuerdos de los miembros del grupo, y en El Anticuario, las voces y los recuerdos se ensamblan unos con otros para reconstruir los hechos, y transmitir, ese pasado que se quiere revelar en la novela.

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3. CAPÍTULO III: Imágenes, imaginación y memoria

Como hemos visto en los capítulos anteriores, la noción de memoria es algo bastante complejo, puesto que su definición tiene muchas connotaciones. Estas van desde considerársele, como un almacén de recuerdos, a ser, también, un elemento primordial para la reconstrucción del pasado de un colectivo, donde cada individuo aporta sus recuerdos e impresiones personales para lograr una reconstrucción que sea lo más completa posible. Asimismo, la noción de memoria se refiere a esa capacidad que tiene el hombre de rebuscar en sus recuerdos y recobrar información específica en el momento que sea necesario. En el segundo capítulo de este trabajo, hemos analizado el rol del lenguaje como marco general de la memoria y hemos visto que es a través de él cómo se exteriorizan los recuerdos. Bartsch en su libro Consciousness Emerging, nos habla de la memoria desde el punto de vista neurocognitivo y declara que los recuerdos no necesariamente se expresan por medio del lenguaje, sino que pueden, igualmente, exteriorizarse, a través de imágenes, por ejemplo, con dibujos o pinturas (158). En el proceso de la creación de imágenes, las áreas sensoriales – en mayor grado, la visión – están comprometidas. Se ha constatado que la percepción visual y la imaginación emplean las mismas áreas neuronales, no obstante, se sabe que ciertos aspectos de lo observado no son recordados por completo, y, para una recuperación de esa memoria de manera íntegra, ciertos detalles tienden a ser añadidos usando la imaginación para producir una imagen más completa (Bartsch 159). Por otro lado, Gilles Thérien quiere que pongamos nuestra atención a las palabras, y nos recuerda que en la literatura, las palabras, de igual manera, esconden imágenes. Son imágenes que colindan entre la memoria y la imaginación, que hacen que un texto no sea, simplemente, efecto de la lengua, sino que sucede un encuentro íntimo entre las imágenes que “habitan en el lector” y las palabras que habitan en el texto (161). De la misma manera, la memoria guarda una relación con los sentidos, pues, cada experiencia que tenemos nos deja una impresión sensorial, la que se transforma en imágenes que quedan fijas en la memoria. Esas imágenes, gracias al accionar de la imaginación, regresan, justo en el momento que surge el recuerdo (Wallace 58-64). Atendiendo al objetivo de nuestro trabajo que es demostrar cómo la noción de memoria ha sido utilizada por el autor como hilo narrativo en El Anticuario, en este capítulo queremos destacar la relación de la imaginación con la memoria en la producción de recuerdos, individuales y colectivos; además, cómo estos dos conceptos se manifiestan en esta novela.

Partamos de la premisa de que la memoria es la capacidad que el hombre tiene de grabar y retener en su mente todo aquello que recibe a través de los sentidos, lo que con ayuda de la imaginación, puede volver a percibir al momento de evocar lo vivido (Wallace 57). Esa

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26 información que se grabó se transforma en imágenes mentales, a las que se puede acceder usando la memoria, produciéndose, así, un proceso muy particular: se vuelve a ver un hecho “con el ojo de la mente” (Kosslyn 635). John Kotre afirma que si una persona quiere encontrarse a sí misma, basta con buscar en sus recuerdos. Según él, es suficiente cuando se trae a la mente la imagen de un objeto del pasado, o, cuando se piensa en algún episodio lejano de nuestra vida, entonces, las imágenes surgirán espontáneamente (10), ya que nuestra vida no es otra cosa que una amalgama de recuerdos en imágenes. En El Anticuario, Gustavo se encuentra, muchas veces, a sí mismo en los recuerdos que guarda de Daniel. Recuerdos que se activan cuando, por ejemplo, éste lo llama por teléfono para invitarlo a almorzar, entonces, vuelven a él las imágenes de aquellos tiempos cuando frecuentaba a Daniel, reaparecen los lugares y los objetos: el “ salón de la casa de sus padres, [...] entre anaqueles atestados de libros, manuscritos, cuadernillos y legajos de pliegos doblados en cuarto, y repisas abarrotadas por miles de volúmenes de lomos ambarinos y cubiertas relucientes de cuero y papel de seda” (15). Ese simple reencuentro telefónico con su amigo consigue reavivar esa sombra de recuerdos que forman parte del inconsciente individual de cada persona (Estrade 26). Pero al retomar el contacto con Daniel, resurge ese sentimiento de incredulidad y horror, especialmente, cuando recuerda el crimen, que a todas luces, su amigo cometió. Desde el momento en que se enteró por los diarios, debido a que la noticia estaba en “la primera plana de los diarios, en un quiosco en la mitad de la calle [...] que Daniel había matado a Juliana, su novia, de treinta y seis cuchilladas” (18). Con la imágen de esa primera plana, reaparecen las palabras del diario que narraban visualmente ese cruel crimen cometido, presuntamente, por alguien a quién él conocía: “Había intentado quemar su cuerpo, lo había metido en la maletera de su automóvil, y lo había dejado allí varias horas. Había hecho el viaje de la playa a la ciudad, [...] con el cadáver despanzurrado en la cajuela” (18). Este extracto de la novela demuestra que las memorias no siempre son inocuas, muchas veces los recuerdos que afloran, pueden revivir momentos fuertes, dolorosos y dramáticos (Estrade 66). Esos recuerdos en imágenes macabras, que tienen que ver con Daniel, traen automáticamente, por asociación, remembranzas de la víctima: “El rostro de Juliana [...] se dibujó en mi memoria, [...] los ojos negros, con una sola arruga paralela bajo las pestañas; el labio superior, delgado y tembloroso, que parecía hacer la siesta sobre el otro, mullido y sin color” (23). Esa imagen de la novia de su amigo, que emerge en la mente de Gustavo, es un ejemplo del poder de la visión: el rostro de esa chica dejó una impronta bastante nítida en su memoria, incluso, consigue evocar su apreciación personal sobre ese rostro. Lo sorprendente de la imaginación es cómo logra que una imagen, captada en un momento anterior, se vuelve tan actual, y casi real, en el presente. Estas circunstancias, en las que se encuentra Gustavo,

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27 provocan, de la misma manera, que él recupere la impronta del antiguo rostro de su amigo, curiosamente, cuando Daniel hace un gesto en particular: “Sonrió y de pronto su cara se pareció a la cara que yo recordaba”(23).

Thérien sostiene que cuando la imagen aparece en nuestro consciente, sustituye a la realidad, que en gran parte, en el ahora, es casi inexistente: “La imagen ancla mi recuerdo y remplaza el presente” (202), por lo menos, por un tiempo determinado. Cuando Gustavo empieza a recordar sus años estudiantiles junto a Daniel, trae a su mente esa imagen que guarda de él – y de sí mismo – en esa época: “Conocí a Daniel en mi primer semestre en la universidad hace mucho. Era un hombrecito flaco y torpe [...] con la cara enrojecida los ojos fugitivos y un expresión de hartazgo [...]” (33). Esa imagen ya no existe más, es solo un recuerdo. La actual imagen, la real, es otra: “sentado en el suelo del jardín central en la clínica, Daniel parecía un anciano prematuro, una cruz marrón en la frente, una ristra de arrugas, los ojos entrecerrados” (43). Esas dos imágenes que ahora tiene de Daniel, se refugiarán en la memoria y también volverán a la consciencia, alguna vez, cuando sea preciso (Thérien 202). Los recuerdos e imágenes que Gustavo tiene de Daniel no son totales porque nunca se recuerda algo completamente; solo se retienen en la memoria las imágenes que se pueden asociar a un acontecimiento preciso (Thérien 203). Como los otros fragmentos de imágenes que Gustavo conserva de su amigo, sobre todo aquellas en las que ambos compartían su tiempo en la universidad. Dado que Gustavo está a punto de reencontrarse con él, después de tres años, las imágenes de ese tiempo tienen que ver con Daniel, y recuerda, por ejemplo, que él “ En clase, intervenía [...] lo hacía de tal forma que su erudición escandalosa [...] reforzaba los muros de esa fortaleza solitaria en cuyo interior Daniel ocultaba a la vista de los otros los estigmas de su diferencia” (34). También vuelve a su mente el momento cuando ellos empezaron su amistad; Daniel “decidió sentarse junto a mí en las clases, luego empezó a modelar sus ritmos de entrada y salida para coincidir conmigo en las puertas de los salones, en la cola del café, durante las horas de descanso en esa rotonda ploma y terrosa, que era como una ruina recién excavada: el ombligo de la miniatura de mundo que poblábamos los estudiantes de Letras, coronada al centro por un árbol maltrecho y enano, tan semejante todo a la plazuela central de un pueblito de provincia” (34). Estas rememoraciones que Gustavo hace con mucho detenimiento, dan muestra de que él ha retenido imágenes diversas que él asocia a un acontecimiento preciso (Thérien 203): primero, la apariencia de Daniel de antaño - que contrasta con su apariencia actual – el desempeño de Daniel como estudiante le recuerda aspectos de su carácter, y, un momento de vital importancia: cómo fue que nació esa amistad. Como vemos aquí, todas estas imágenes surgen gracias al aparato de producción que las fabrica y las escenifica: la imaginación.

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28 Además, Gustavo hace extrapolaciones a partir de esas imágenes, concediéndole a su imaginación un marco para que esos recuerdos se manifiesten a manera de ejercicio de memoria colectiva (Thérien 204), porque en ellas están: Daniel, su víctima, los estudiantes, los profesores y él mismo.

Kotre en su libro White Gloves, menciona un aspecto que tiene mucho que ver con el proceso de recordar a través de imágenes, es el aspecto de la emoción, por el cual estas imágenes hacen que los recuerdos sean más vívidos. Sin embargo, dice Kotre, esa emoción puede tener un efecto paradójico en la memoria, ya que ésta se revela, la mayor parte del tiempo, como un “flash”, y cuando la emoción es tan abrumadora, se produce un aturdimiento en la memoria (Kotre 97-99). Las imágenes demasiado nítidas de los recuerdos pueden resultar agobiantes, tanto que, muchas veces, es necesario olvidar. No obstante, el olvido siempre se ha visto como el enemigo de la memoria, enemigo del poder recordar, pero sí hacemos uso del olvido de manera selectiva, puede ser beneficioso: “una memoria sin lagunas, sería para la consciencia despierta, un peso insoportable”(Ricoeur, 1999: 8-9). Precisamente, el no poder olvidar, el recordar mucho y sufrir por ello, es algo que también encontramos en la trama de El Anticuario, y está simbolizado en el personaje de Huk, de quien ya habíamos hablado en el capítulo anterior. Hay descripciones, imágenes de Huk, proporcionadas por Daniel, donde comprendemos que ella ha olvidado cómo hablar, pero no su pasado: ella “parecía por lo común alelada y distante, sobre todo cuando, [...] desataba la manta de su espalda para disponerla sobre el suelo, [...], se ovillaba sobre ella, la cabeza en un ladrillo, [...] y se echaba a gimotear por horas hasta caer dormida” (59). Ese lloriqueo de Huk, parece revelar algo que ella, constantemente, recuerda y que le causa sufrimiento. Hay algo en sus recuerdos que han dejado huella en su memoria, como aquella otra huella que tiene en la palma su mano: “una cicatriz blanca en la palma, curva, como el pico de una gaviota” (61), cicatriz, que a su vez, parece ser una imagen concreta de su pasado.

Frances E. Yates nos cuenta que los griegos inventaron una técnica de memorización que consistía en imprimir en la memoria “imágenes” de lugares, de habitaciones de un edificio, las cuales se asociarían con partes del texto de su discurso. El orador, al evocar esos lugares, traería de vuelta esas imágenes, y, automáticamente, vendrían también a su memoria las frases que habría de mencionar (11-19). Es decir, a partir de lugares e imágenes, se puede crear una memoria artificial (mnemotecnia). Esta técnica inventada por los griegos demuestra lo significativo que puede resultar un lugar específico para la memoria y, también, para la imaginación. Esto que cuenta Yates, nos trae a la mente, los escenarios que Daniel y su hermana Sofía creaban para sus juegos teatrales o históricos, los cuales materializaban a través de

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29 maquetas que ellos construían como si fueran verdaderos “arquitectos y albañiles”, y demostrando ser “maestros del origami y el modelismo”, levantando “unos prototipos delicados de castillos, mezquitas y alcázares con ventanas de celofán, cortinillas de cretona y puertas de hojalata”(38). Esas creaciones suyas emulaban lugares concretos que les servían de marco para poder dejar volar su imaginación y representar obras clásicas, historias de caballerías, o cualquier otro relato que Sofía seleccionaba de los libros que encontraba en la biblioteca-dormitorio de su hermano. Ambos conducían la obra escogida y asumían los roles, cuidando de todos los pormenores. Daniel se prestaba de buena gana a este juego con el objetivo de que su hermana menor “experimentara [...] otras vidas posibles” (39), a modo de compensación por el drama que le había tocado vivir en esta vida. Esos lugares creados efectivizaban sus actuaciones y ellos conseguían – de manera vívida – recrear y resucitar esas vidas pasadas de personajes históricos o de ficción. Estos objetos fabricados por ellos mismos, parecen, de alguna manera, teatralizar la cooperación que se da a nivel neurocognitivo entre la memoria y la imaginación durante el proceso de “construcción de una escena” en la mente. Esa construcción de escena mental reclama que la información perceptual, semántica y contextual, almacenada en áreas corticales específicas, se integren en un contexto espacial coherente y así se generen las imágenes del pasado. Poniéndolo en otras palabras: al “construir una escena del pasado”, la memoria y la imaginación trabajan juntas, una recupera la información perceptual y semántica ‘archivada’ y la imaginación la recrea dentro de un contexto espacial (Hassabis & Maguire 299).

En contraposición a esa memoria articial, John Kotre nos remite a la memoria natural, y nos habla de los “lugares autobiográficos”, imágenes de lugares, o lugares mismos, donde residen nuestros recuerdos. Lugares donde las paredes o los árboles parecen querer contarnos algo (16). Como aquel relato sobre el origen de la clínica donde está recluído Daniel. Sus cimientos, sus paredes, e incluso, su ubicación guardan una larga historia de, aproximadamente, trescientos años. Dicha construcción está impregnada de memorias, como las dejadas por el que la habitó por primera vez, su constructor, que era “un hombre muy rico, un misántropo que sospechaba de todos y de todo y temblaba ante la confluencia callejera, cada vez mayor, cada vez más insolente, de indios y negros y mulatos, y que decidió por ello vivir apartado de la ciudad” (135). En esta descripción comprobamos lo que dice Thérien, de que las palabras transmiten imágenes. Tan sólo al leer este extracto, y gracias a la imaginación, nos trasladamos a ese momento, incluso podemos visualizar a ese hombre – de quien no sabemos ni su nombre o apellido – pero lo vemos reflejado en su actitud de poder y menosprecio hacia otros grupos humanos, de menor valía para él (negros, mulatos, indios); gestos que nos informan, a la vez,

Referenties

GERELATEERDE DOCUMENTEN

Accuracy of di fference on external criterion. The previous parts of the simulation analysis concerned with 1) whether we are able to identify the correct number of strategies, 2)

En L’auberge espagnole los colores tienen una saturación más alta, son más variados y también hay luz clara en muchas de las secuencias, lo que atribuye a la

modificado el recorrido y el autobús, que baja por la calle Rocafort hasta Floridablanca, no podía atravesar la Gran Vía sino que giraba por esa calle y se iba hacia Arc del

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