• No results found

PRESENCIA DE GUERNICA EN LA POESÍA ESPAÑOLA DE POSTGUERRA; ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2024

Share "PRESENCIA DE GUERNICA EN LA POESÍA ESPAÑOLA DE POSTGUERRA; ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA"

Copied!
24
0
0

Bezig met laden.... (Bekijk nu de volledige tekst)

Hele tekst

(1)

PRESENCIA DE GUERNICA EN LA POESÍA ESPAÑOLA DE POSTGUERRA;

ENTRE EL MITO Y LA HISTORIA

Lección de Ingreso en la R.S.B.A.P.

Por

JO SE ANGEL ASCUNCE ARRIETA

Esta Lección de Ingreso fue presentada en San Sebastián el día 16 de febrero de 1990

en el Salón de Actos de la

Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Gipuzkoa

(2)

El diccionario geográfico-histórico de E spaña de la Real Academ ia de la H istoria de 1802 ofrece la siguiente definición de Guem ica:

G uem ica: villa del señorío de Vizcaya, obispado de Calahorra, fundada en la falda oriental del m onte em pinado de Cosnoaga, á 5 leguas cortas de Bilbao y 2 y m edia de Beim eo: su nom bre significa lomilla. C onfina por sus cuatro puntos con térm ino y jurisdicción de la anteiglesia de Luno, en cuyo terreno se pobló a orilla de la ría de M undaca, y en el puerto llam ado de Ger- nica... A la parte del norte tiene una vega, y otra a la del S., fértiles en trigo y m aíz: la prim era suele ser inundada en tiem po de grandes lluvias. Su vecinda­

rio es de 83 casas en su recinto, y las parroquias com prehendidas en su feli­

gresía otras 53... Fue fundada por el conde D. Tello, señor de Vizcaya... Es cabeza de tercio, y tiene buena casa consistorial, hospicio para los pobres de la villa, establecido en 1783, cárcel pública para los m alhechores del señorío y tribunal del teniente del corregidor... Tiene un m édico bien dotado... y es­

cuela de prim eras letras... Sus arm as son un roble en cam po de plata y un lobo (Ed. facsím il. La G ran Enciclopedia Vasca. T. I. Bilbao, 1968. Págs. 314- 315).

Si tom am os la leyenda que sobre G uem ica propone la Enciclopedia G e­

neral Ilustrada del P aís Vasco encontram os que en un prolijo estudio de m ás de sesenta páginas se exponen con todo detalle las m últiples facetas de la v i­

lla. Sin em bargo, entre todas estas referencias se encuentra una, im plícita en el diccionario anterior, que en el presente adquiere un gran desarrollo exposi­

tivo: el árbol de G uem ica. Lo que en 1802 aparecía com o símbolo em blem á­

tico de arm as, en 1984 asum e el valor de identidad y de representación de todo un pueblo.

“El árbol de G uem ica es uno de los árboles sagrados bajo cuya sombra solían reunirse los representantes de cada tierra vasca para deliberar y tom ar decisiones de procom ún utilidad y beneficio... Históricam ente es el árbol de Vizcaya, excluidas las Encartaciones y el D uranguesado hasta la unidad de la tierra vizcaína cuando pasa a ser árbol de los vizcaínos y en tiem pos m oder­

nos el sím bolo de las libertades vascas” (San Sebastián, 1984. Vol. XVIL Págs. 129-130).

(3)

Por lo que proclam an las citas presentadas, G uem ica puede ser conside­

rada com o una villa corriente, com o otras m uchas del entorno vasco o del res­

to de las nacionalidades. U na villa agrícola-industrial, cabeza de partido judicial, titular de un sím bolo em blem ático: roble y lobo sobre cam po platea­

do. Aspectos de identidad tan com unes que ayudan poco en la identificación de la villa vizcaína con respecto a otros centros urbanos de características si­

milares. Es verdad que desde siglos anteriores, la literatura castellana y las li­

teraturas rom ánicas europeas proclam aron los valores y virtudes de G uem ica, pero tam bién es verdad que un trato parecido recibieron infinidad de otras vi­

llas y ciudades. Es un error m anifiesto querer proclam ar excelencias en base a dos citas y tres menciones. Sin em bargo, a partir de 1937, después del bom ­ bardeo alem án, G uem ica asum e un sentido universal que se m aterializa en in­

num erables obras de arte: literatura, cine, escultura, pintura, etc. G uem ica se convierte en m otivo de inspiración artística y en tem a de creaciones estéticas.

Parece, por tanto, que el factor desencadenante de esta universalización fue el bom bardeo, símbolo de inm olación y pm eba de absurdo histórico. A sí reza la explicación que ofrece el D iccionario de la guerra civil española de M anuel Rubio C abeza al hablar del bom bardeo de Guem ica:

Operación de castigo llevada a cabo por la aviación alem ana encuadrada en la legión cóndor, al servicio del bando nacionalista, el día 26 de abril de 1937. Sobre las 4,30 de la tarde de dicho día, un avión de bom bardeo H einkel 111 sobrevoló la población, lanzando sobre ella tonelada y m edia de bombas.

Poco tiem po después, repitió la operación, yendo acom pañado, en esta o ca­

sión, por tres aviones del m ism o tipo. Tras esta segunda operación, tres escua­

drillas de bom barderos, Junkers 52 — en total 23 aviones— un gm po de cazas M esserschm idt Bf-109 y otro grupo de cazas H einkel 5 volvieron a atacar la ciudad, en sucesivas oleadas, bom bardeándola y am etrallándola a m uy baja altura. Según cálculos que m erecen crédito, en la operación intervinieron cer­

ca de 40 aviones, los cuales arrojaron unos 40.000 kilos de bom bas — 10.000 de bom bas explosivas y 30.000 de bom bas incendiarias— con las cuales des­

truyeron por com pleto el centro de la ciudad, que quedó totalm ente envuelto en llamas. A l parecer — aunque se han barajado m uchas cifras al respecto—

el número de personas m uertas a consecuencia del bom bardeo se acercó a las dos mil. Otras mil personas, aproxim adam ente, resultaron m utilados o heri­

dos" (Ed. Labor. M adrid, 1987. Págs. 403-407).

Las razones, los núm eros, las valoraciones, etc., podrán ser discutidos, el hecho no. G uem ica fue salvajem ente m asacrada, asum iendo la significación de pueblo inmolado. Sin em bargo, en la historia de la hum anidad han existido tantos “G uem icas”, tantos pueblos destm idos, que el principio de inm olación

(4)

no parece m otivo suficiente corno para explicar el por qué y el cóm o de esa fuerza generadora de inspiración y de creación. Oíros hechos sim ilares no han generado las respuestas que ha m otivado G uem ica. ¿Cuántos pueblos inm ola­

dos perm anecen en el olvido? La razón del ecum enism o de G uem ica es otra.

El sentido de victim ación no reside en la destm cción de un centro urbano en una tarde de feria, sino en el intento de term inar a través del exterm inio físico con la vida espiritual, con los sím bolo-raíces de ese pueblo. Por eso, escrito­

res y pintores, cineastas y escultores, etc., buscaban revivir en sus obras lo que las bom bas habían querido destruir: el alm a del pueblo. Esta revitaliza- ción artístico-creadora posibilita y cim enta la auténtica naturaleza de un sím ­ bolo particular que se hace historia para transform arse en m ito universal.

G uem ica representa lo que significa su sim bologia. D e esta m anera, si se quiere entender con propiedad el sentido profundo de G uem ica, habrá que captar y com prender prim ero sus expresados simbólicos. El símbolo de Guer- nica se m aterializa en un árbol, en un roble. El sentido de G uem ica es, por tanto, el significado de un árbol. El cam ino m arcado desde el símbolo al obje­

to im pone una labor de rastreo y búsqueda que obliga a descontextualizar el cuerpo del sím bolo para en su pureza y singularidad descubrir sus sentidos atávicos, sus significados prim arios, sus valores arquetípicos. D esde la pers­

pectiva de este análisis, no interesa la determ inación de lugar, G uem ica, sino el sentido profundo del objeto presentado, el árbol.

Según el D iccionario de la R eal Academ ia de la Lengua, árbol es una

“planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ram ifica a cierta altura del suelo”. D esde un planteam iento científico-referencial, el térm ino árbol d e­

sarrolla un cam po m ínim o de sentido. Si, por el contrario, se tom a el D iccio­

nario de sím bolos de Juan-Eduardo Cirlot, encontram os la siguiente definición: “E s uno de los sím bolos esenciales de la tradición. Con frecuencia no se precisa, pero algunos pueblos eligen un árbol determ inado com o si con­

cretase las cualidades genéricas de m odo insuperable. Entre los celtas, la en ­ cina era el árbol sagrado; el fresno, para los escandinavos; el tilo, en Germania; la higuera en la India. Asociaciones entre árboles y dioses son muy frecuentes en las m itologías: Atis y el abeto; O siris y el cedro; Júpiter y la encina; A polo y el laurel; significando una suerte de "correspondencias electivas". El árbol representa, en el sentido m ás am plio, la vida del cosm os, su densidad, crecim iento, proliferación, generación y regeneración. Com o vi­

da inagotable equivale a inm ortalidad" (Ed. Labor. M adrid, 1985. Págs. 77- 78). D esde una perspectiva sim bólica, el expresado árbol com prende un cam po sem ántico inm enso e inabarcable. E sta ilim itación sem ántica y esta pluralidad significativa pueden provocar la confusión y el despiste. Es nece­

(5)

sario recurrir a los expresados prim arios de árbol, sentidos y com prendidos desde una experiencia vital y no desde una experiencia racional, para evitar la perplejidad y el error. Se debe partir de un saber o experiencia vivencial y co ­ lectiva para poder proponer un cuerpo de sentido de acuerdo con las proyec­

ciones significativo- existenciales que ofrece. Instintivam ente el hom bre vive, siente y conoce la naturaleza; y según esta vivencia-conocim iento la valora y la significa.

En prim er lugar, el “árbol” es tiem po y perm anencia. Pocos elem entos de la naturaleza concretan com o el árbol la periodicidad cíclica. A nualm ente m aterializa los principios del renacer, de la plenitud y del ocaso. Experim enta el tiem po en toda su concreción y particularidad. El “árbol” representa el tiem po vital. Pero al m ism o tiem po, el “árbol” com o ser de la naturaleza transciende el propio tiem po vital. Desde la experiencia hum ana, experiencia que se rem onta a los orígenes, el “árbol” presenta una vida tem poral m uy su ­ perior a la humana. D esde este punto de vista, el hom bre pasaba, el “árbol”

permanecía. El “árbol” frente a la tem poralidad hum ana significa estabilidad y duración. El “árbol” connota perm anencia.

En segundo lugar, el “árbol” im plica transcendencia e inm anencia. El tronco se proyecta hacia arriba, se dirige hacia lo alto, concretando el arqueti­

po de la verticalidad ascendente, sím bolo de la divinidad y del m undo celeste.

A su vez, su copa con sus ram as abiertas hacia arriba m aterializa en su form a el abrazo del m undo natural con el m undo espiritual. Sim boliza, de esta fo r­

ma, el abrazo de unión entre la concreción y la abstracción, entre lo m aterial y lo espiritual, ente lo hum ano y lo divino. Por eso. el “árbol” no sólo es señal de divinidad, es también presencia de deidad. El ser absoluto se sustancia en el objeto material “árbol”, infundiendo una especie de aura celeste y de natu ­ raleza divina. Los dioses se m anifiestan en los árboles, llegando a crear v er­

daderas “correspondencias electivas” con los diferentes géneros de árboles.

Los árboles, corporizaciones de los espíritus divinos, se transform an en ob je­

tos de adoración por ser sím bolo de transcendencia.

El “árbol” im plica transcendencia pero tam bién connota inm anencia. Si la copa del árbol abraza con sus ram as el m undo celeste de la divinidad, el ár­

bol con sus raíces abraza igualm ente el universo de la m ateria. Frente al ar­

quetipo de la verticalidad ascendente se im pone ahora el arquetipo de la verticalidad descendente. En este contexto de sentido, adquieren total vigen­

cia los expresados de m aterialidad, concreción, inm anencia, etc.

Desde otro punto de vista, el “árbol” representa la síntesis arm oniosa de principios opuestos. Es eje de fusión de fuerzas contrarias. N eutraliza en su

(6)

propio ser la energía ascensional y la energía descendente, ejem plificando la sim biosis perfecta entre la hum anidad y la divinidad. En las narraciones m íti­

cas, la presencia de dios entre los hom bres en un estado de pureza o gracia se m aterializa en m edio de los árboles, expresión del paraíso. D esde esta pers­

pectiva, el paraíso-árbol-vergel no es sim ple lugar de gozo de las alegrías y placeres, ¡qué tam bién es!, sino especialm ente lugar de gozo de la presencia y de la perm anencia de la divinidad en medio de los hom bres. El “árbol” sim ­ boliza arm onía por representar la síntesis arm ónica de elem entos o fuerzas contrarias, siendo el m item a del paraíso el correlato objetivo m ás claro y con­

cluyente de este principio de unión y convergencia.

Intim am ente relacionado con los expresados anteriores se halla el signi­

ficado de “árbol” com o vida y descanso. El fruto de las ram as es alim ento-vi­

da com o igualm ente su som bra im plica descanso-vida. D esde esta perspectiva, el árbol con sentido de vida y descanso se em parenta, por una parte, con el m item a de paraíso, cuna y cobijo de transcendencia vital, donde el hom bre goza de un estado perfecto y de una juventud perenne por poseer la vida eterna y el descanso absoluto en m edio de la divinidad, símbolo prototí- pico de la vida absoluta. P or otra parte, con estos m ism os significados de vida y descanso, pero asum iendo el sentido inverso de su sim bología dual, vertica­

lidad descendente o expresión de la inm inencia, el árbol connota lugar terre­

nal, patria histórica, cuna y cobijo de inm anencia existencial.

Por últim o, m uy en la línea de los úhim os expresados, se puede añadir o delim itar m ejor el cam po sem ántico de la significación “árbol”. El “árbol”

significa ubicación espacial. El árbol al enraizarse en la tierra, afirm a ese lu­

gar; pero al m ism o tiem po que asiente el espacio de colocación tam bién que­

da revitalizado el objeto asentado. M edio y objeto se autoproclam an por su dependencia recíproca. El “árbol” connota tierra, casa, heredad y patria. A través de una transform ación sinecdótica, la unidad designa la totalidad. Pero lo m ism o que el árbol echa sus raíces en una tierra, así tam bién el hom bre proyecta las suyas en una tierra-patria. Si de esas raíces depende la vida, la propia existencia, árbol u hom bre, perm anece subordinada a la propia tierra.

Pero en este contexto expositivo cabe proponer la form ulación anterior. La tierra infunde identidad y conciencia al hom bre, pero el hom bre concede p er­

sonalidad y sentido a la tierra. La vigencia de la tierra radica en la vitalidad de sus elem entos y de sus gentes. Los verbos castellanos “arraigar” y “desarrai­

gar” explicitan perfectam ente la idea de unión o ruptura del hom bre con su medio, m edio geográfico o medio existencial o medio político, etc., depen­

diendo del sentido concreto que se otorgue al principio de tierra-medio.

U na vez analizados los sentidos prim arios del sím bolo “árbol”, nunca

(7)

con intención de agotarlos por la im posibilidad que entraña su propio sentido plural e ilim itado, es m ás fácil com prender las propuestas sem ánticas ofreci­

das por el D iccionaro de sím bolos de Juan-Eduardo Cirlot: “Ei árbol repre­

senta, en el sentido m ás am plio, la vida del cosm os, su densidad, crecim iento, proliferación, generación y regeneración. C om o vida inagotable equivale a in­

m ortalidad”. Cirlot asum e los “sentidos m ás am plios” para dem ostrar sus afir­

maciones. Sin em bargo, en el presente trabajo se ha optado por la m etodología contraria. Se h a partido de los sentidos m ás prim arios, sim bolo­

gia arquetípica, para proponer toda una serie de significados básicos y ele­

mentales por su carácter intuitivo y por su asentam iento sensitivo-em ocional.

Desde presupuestos propiam ente arquetípicos, se h a llegado a ofrecer un conjuno de expresados, que, respondiendo al orden de planteam iento, serían los siguientes: tem poralidad, perm anencia, estabilidad, duración; transcen­

dencia e inmanencia, espíritu y materia; ser, unión, convergencia; vida y d es­

canso; existencia, identidad y patria. Si se transform an estos expresados, planteados en su pura singularidad, en cuadros de sentido general, sería p o si­

ble ofrecer los siguientes núcleos de significado: tem poralidad-perm anencia, transcendencia- inm anencia, ser-existencia. Si se da un paso adelante y se su ­ pera el sim ple planteam iento de ios núcleos de significado para poder acceder a los planos tem áticos, tendríam os las siguientes líneas de proposición o niv e­

les temáticos:

1. - Plano histórico.

2. - Plano teológico.

3. - Plano ontològico.

4. - Plano existencial.

De la singularidad del arquetipo se ha evolucionado a la pluralidad signi­

ficativa de la alegoría. Desde expresados alegóricos con una clara fundam en- tación arquetípica es posible entender ahora el verdadero y profundo significado del símbolo ya m ito de “El árbol de G uem ica”.

Se nos im pone en este m om ento la obligación de contextualizar el sím ­ bolo de árbol en su ám bito geográfico de G uem ica y en su coordenada tem ­ poral histórica. Este proceso de contextualización supone sim plem ente llenar un tiem po y un espacio con los m últiples y heterogéneos sentidos o valores que entraña la experiencia vital y, com o consecuencia, la idea de “ árbol”. Por eso inicialm ente se afirm aba que G uem ica com o realidad histórica viene a significar lo que connota com o sím bolo o com o mito. De igual m anera, si se quiere entender lo que es G uem ica, hay que com prender lo que G uem ica sim -

(8)

boliza. Sólo a través de este ju eg o de descontextualización-contextualización es posible ofrecer el sentido profundo y real de G uem ica y acceder al entendi­

m iento de su naturaleza y existencia. Si G uem ica es la ciudad sagrada de los vascos y el sím bolo de sus libertades, es porque a través de ese sím bolo y en ese sím bolo, presencia y perm anencia, se han m antenido en la conciencia v i­

va de sus gentes a lo largo de los tiem pos sus valores originales y primarios.

T odo juram ento ante el árbol de G uem ica era, inconsciente o consciente­

mente, un com prom iso de ser y existencia ante Dios y frente a la historia.

Igualm ente, el bom bardeo de G uem ica fue valorado desde un principio como un deicidio histórico contra la existencia e identidad de un pueblo. Baste c o ­ m o ejem plo particular pero com o testim onio universal el grito lanzado desde M éxico por el gran ensayista vasco Eugenio Imaz: "En G u em ica han vuelto a crucificar a C risto”

T odo lo que se ha ido proponiendo hasta este m om ento puede pertenecer al cam po de la antropología crítica o filosófica pero en absoluto conciem e al plano de la literatura y m enos al de la poesía. U nicam ente, cuando las obse­

siones personales o colectivas se expresan con palabras estéticas y con una fi­

nalidad artística se puede hablar de literatura, y segíín m odelos literarios de expresión es posible plantear una dicción lírica. U na vez planteados los ar­

quetipos sim bólicos e igualm ente ordenados en fórm ulas alegóricas, interesa ver y com probar cóm o se m anifiestan y objetivan en la poesía española de posguerra todos estos sím bolos y alegorías en tom o al arquetipo del árbol y centrados en el espacio geográfico de Gem ica.

En ningún m om ento m e ha interesado hacer una antología de ejem plos, porque el trabajo, aun siendo m uy m eritorio y laborioso, no m e ofrecía a p e ­ sar de sus grandes riesgos unos resultados útiles o valiosos. He preferido h a ­ cer una selección de aquellos poem as que m ejor encajan en el cuadro expositivo ofrecido. Pretendo dem ostrar cóm o desde la parcela de la poesía se puede encontrar sin m ucho esfuerzo una cerrada analogía entre los expresa­

dos poéticos y los diferentes planos de sentido alegórico. Este dato dem ues­

tra, prim ero, que en el corazón de los poetas, hom bres selectos y receptivos com o ninguno, se siguen m anteniendo vivos los significados atávicos o valo­

res arquetípicos propios de la colectividad-pueblo; segundo, cóm o unos signi­

ficados patrim onio de un pueblo concreto han transcendido sus límites geográficos para convertirse en ideas válidas de la hum anidad. Si esto es así, quedaría justificado con creces el título de esta ponencia: Presencia de Guer- nica en la poesía española d e posguerra: entre el m ito y la historia.

(9)

G uem ica es un tem a constante, casi perm anente, en la literatura y en el arte del exilio. Se convirtió en el gran sím bolo de la guerra civil, en el desa­

rraigo de un pueblo identificado con la “E spaña peregrina”, en el grito-voz de unos desterrados que proclam aban una cultura universal y popular sin sitio de asiento o perm anencia. G uem ica em pezó a significar, ju n to a la idea de b ar­

barie hum ana y crim en social, ese espacio interior espiritual donde quedaba objetivado el espíritu de un pueblo desterrado y sin raíces pero poseedor de una rica tradición y de una fecunda cultura.

Frente a la constancia y perm anencia del sím bolo G uem ica en la literatu­

ra del exilio, en el interior de la península se im ponen los him nos guerreros, las glorias militares y políticas, las canciones patrióticas, los salm os religiosos y las plegarias al altísimo. Se llega a identificar de tal m anera política y reli­

gión que Santiago o la V irgen del P ilar se convierten en los capitanes provi­

denciales durante la guerra contra los herejes así com o los soldados falangistas se transform an en ángeles y arcángeles del O lim po celeste. En los poem as de D ionisio R idruego, José M aría Pem án, etc., se encuentran exce­

lentes m uestras de lo afirm ado. En este contexto m ístico-guerrero no existía sitio ni sentido para G uem ica ni com o sím bolo ni com o realidad. G uem ica es la gran ausente en la literatura y en el arte oficialistas.

Su prim era presencia, según lecturas propias, es en el anónim o libro Pueblo cautivo, escrito en 1946, “obra de un poeta sin nom bre", que con el tiem po resultó ser Eugenio G arcía de Nora. En el poem a "Los días" se dice:

Todo el que pueda, oiga: porque cada palabra que escribo está m adura de verdad. Oiga y mire, y com pm ebe las cosas, y su esencia en el verbo.

Yo soy un hom bre, y canto

con los ojos abiertos. Digo cosas que veo, no los ángeles puros ni su claro mensaje.

Las cosas que yo he visto sobre la tierra dura, voz a voz, llanto a grito las iré declarando.

(10)

A caso, y no lo digo: las ciudades de muertos

— Badajoz, Zaragoza, Guem ica...— interm inables;

los cam inos de E spaña bordeados de sepulcros;

las cárceles oscuras, y las m adres m ás solas, todo lo que es presencia de la madre escupida, m e dicen: persevera.

Según G arcía de Nora, el poeta tiene que ser atalaya, testigo de lo que pasa y voz testim onial de lo que ocurre. L a voz poética confiesa lo que los ojos certifican. El poeta ha visto la m uerte, la destrucción, la opresión, el d e­

sam paro, la ofensa, etc.; la paesía m anifiesta las “ciudades de m uertos”, “los cam inos... bordeados de sepulcros”, “las cárceles oscuras” , “las m adres solita­

rias”, “la patria escupida”. Y entre el dicho y el hecho las razones ejem plifi- cadoras: Badajoz, Zaragoza, G uem ica...

D esde el punto de vista que vam os m encionando, G uem ica aparece co­

m o un referente histórico, com o sím bolo particularizado de una realidad his­

tórica general. Las prim eras presencias de G uem ica en la poesía española de posguerra son expresiones de una realidad histórica caracterizada por la m uerte, la destrucción, la opresión, etc. Esta valoración perm anece vigente con m ayor o m enor fortuna y presencia hasta nuestros días. D e esta m anera, se puede afirm ar que G uem ica es expresión sim bólica de una realidad históri­

ca.

U n segundo apartado en tom o al sím bolo de G uem ica es el que testim o­

nia el paso desde un planteam iento histórico a una proposición antològica.

Para desarrollar este plano h e recurrido a la obra de la poeta donostiarra Julia Otxoa, centrándom e en dos poem as “G em ika” de su obra Cuadernos de b itá­

cora y “Larga som bra de intolerancia sobre ju lio ” de la obra Centauro. Dice así el prim er poema:

Edificaré m i casa

m uy lejos de tu ám bito lunar, donde helado sólo habita el frío.

Haizea

(11)

GERNIKA

I - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 ' 7 ... se acabaron los números.

GERN IK A paraste de pronto de contar las nueces, los corderos, la simiente, la palabra...

GERN IK A una m ancha negra crece sobre tu cabeza pero tú no lo sabes...

los ojos arrancados, las venas abiertas,

de los m uertos vivos para siempre,

G ERN IK A no existen suficientes espantapájaros para ahuyentar la muerte.

A pesar del herm etism o aparente, el m ensaje poético es claro y preciso.

El poema testim onia una realidad de acabam iento y ruptura. Los núm eros ter­

m inan, porque se detiene la cuenta. La lógica del cóm puto se rom pe porque se destruye la lógica de la cotidianidad. La existencia se detiene con la sus­

pensión del cálculo. G uem ica que en m edio de su pacífica y sosegada igno­

rancia, “tú no lo sabes”, representa la sim biosis perfecta de lo hum ano, lo m aterial-terreno y lo animal, — palabra, nueces, sim iente, corderos— , deja de significar vida y unión para transform arse en realidad de m uerte y destm c- ción. La amenaza y el cataclism o vienen del cielo en form a de “m ancha ne­

gra”, símbolo de la aniquilación y el exterm inio. Ante la ruina de la heredad, el “yo-pcrsonaje poético”, identificado con el viento, principio generador de vida y libertad, defiende la construcción de su nueva casa, intertexto de G a­

briel Aresti, lejos del odio y a espaldas de la muerte.

El poem a G ernika de Julia O txoa es un grito de libertad y de am or en medio del horror de la m uerte, “ám bito lunar”, de la soledad y del odio. En este poema, G uem ica en su inocente y apacible cotidianidad aparece com o víctim a expiatoria de la m aldad y del desafuero. Se poetiza, de esta m anera, la historia ignominiosa de una inm olación inocente. Ante la conciencia de es­

te absurdo, parece que el universo enloquece, desm oronándose las proporcio-

(12)

nes e invirtiéndose los referentes. E l cielo, sím bolo arquetípico de salvación y de plenitud vital, se transform a en negro nubarrón, expresión sim bólica de acabam iento y aniquilación. G uem ica, casa y heredad, connotación de vida- sim iente, inocencia-cordero, convivencia-palabra, etc., se convierte por obra y gracia del castigo celeste en silencio, ceguera y soledad. Desde esta pers­

pectiva, parece consecuente que se detenga la lógica de la num eración, la ló­

gica de la existencia y la lógica de la historia.

El referente poético, a pesar de la im plicitación expresiva, es directo y preciso. Se alude a la m aterialización y a las consecuencias del bom bardeo un fatídico día de verano, 26 de junio, cuando el pueblo se hallaba reunido en el m ercado. El pretexto poético es indudablem ente histórico, pero el texto poéti­

co asum e un significado ontològico. Las negras escuadrillas de ángeles m eta­

lizados ocasionan la ruina y la destrucción entre las inocentes y pacíficas gentes de G uem ica, pero igualm ente deshacen la arm ónica convivencia y unión del hom bre y el medio. L a desvastación y el caos son consecuencia de una lucha larvada del m al contra el bien, del odio contra el am or, de la muerte contra la vida, de la desintegración contra la integración, etc. En un tiem po de presente histórico, “no existen espantapájaros”, se proclam a la ausencia de to­

da fe en el hom bre y la desesperanza total en el futuro histórico: el cielo sigue oscurecido por los negros nubarrones de la historia y la sim iente, principio de vida, se halla desparram ada y descom puesta p o r los pájaros de la muerte:

“G ERN IK A no existen suficientes espantapájaros para ahuyentar la m uerte”.

De un pretexto histOTico se ha pasado a un texto ontològico. Igualm ente, de un m alestar histórico se ha evolucionado a un desencanto ontològico. Pero este sentido de im potencia y angustia se acentúa aún m ás en el poem a “Larga sombra de intolerancia sobre ju lio ” de la obra Centauro, donde se reiteran ciertos referentes y se incorporan otros nuevos:

PrinKTo fue que W agner escribía encendidas cartas de am or para ios generales rebeldes.

L uego vino el fro fu n d o estudio sobre la posibilidad para Berlín d e ser la capital de España,

(13)

y por fin, irrevocable y definitiva, la costum bre de m uerte sobre julio, y aquella extrem a dificultad para ser hambre.

Y la verdad, que en estos m om entos, se hace difícil escribir,

con tantos esqueletos m irando tras la ventana, estoy sentada y con frío,

sobre la viejísim a noche circular de siempre,

señor enterrador,

cabalga mi frente rota desde A lejandría a Norm andia, desde Treblinka a V ietnam , y me alcanzan una vez m ás, a la altura de G em ika y Nicaragua,

m úsica de W agner traen las flechas com o siem pre Federico.

E n el contexto universal de B erlín-España y entre los escritos m elódicos de W agner, sím bolos del totalitarism o fascista, em erge la voz del yo-persona- je poético para proclam ar su silencio, su soledad, su frío espiritual, etc., ante el absurdo hum ano, ante la barbarie de unos y de otros, de fascistas y dem ó­

cratas, de rojos y de azules, de todos los seres hum anos. E l poem a es un grito de denuncia y acusación contra toda la especie hum ana. El hom bre está m al hecho; y por esa im perfección congènita y natural, deform ación ontològica, exige sangre y destrucción. Parece saciarse sólo con la crueldad, el desafuero y la aniquilación. Com o ejem plos de esta realidad tan trágica com o deshum a­

nizada, el yo-poético ofrece hechos y situaciones de la historia de nuestros días acaecidos aquí y allá, en todas partes. La destrucción y la barbarie no son cuestiones de colores, de credos y de latitudes, es problem a de hum anidad. La m ultitud de sím bolos m íticos que con sus conductas ejem plares respectivas testim onian la sinrazón y la dem encia del ser hum ano así lo dem uestran: N or­

m andia, Treblinka, V ietnam , N icaragua, G uem ica...

G uem ica en la poesía de Julia O txoa es sím bolo m ítico de la inm olación

(14)

de un pueblo inocente, pero tam bién es sím bolo de la deform ación ontològica del ser hum ano que parece realizarse en la m uerte y autoproclam arse en la destrucción. En la poesía de Julia O txoa tan pertinentes y relevantes son la víctim a com o el victim ario, la m uerte com o el sujeto destructor. Y precisa­

mente es en esta relación de efecto a causa, de objeto a sujeto donde quedan explicitados los pasos de una poesía que tom ando com o referente el símbolo m ítico de G uem ica testim onia la evolución tem ática desde un plano histórico a un plano ontològico.

D ando un paso adelante, topam os con la poesía de Blas de Otero. El poeta bilbaíno en sus versos añade el plano tem ático existencial a los expresa­

dos histórico y ontològico, planteados y analizados en la poesía de Julia O t­

xoa. H e seleccionado un poem a de su libro En castellano publicado en Cuba como parte integrante de la trilogía Que trata de E spaña (L a H abana, 1964).

Me refiero al poem a CA NI GUER. El título representa el nom bre propio de G uem ica a través de un típico recurso de cam ufiaje lingüístico: la inversión silábica y la separación silábica a través de espacios en blanco. CA NI GUER es expresión invertida y diferenciada de G U ER N I CA.

CA N I GUER

Picasso A quí estoy

frente a ti Tibidabo hablando viendo

la tierra que m e faltaba para escribir “m i patria es tam bién — europa y poderosa"

asom o el torso y se m e adora paso sorbiendo rom a olivo entro por el Are de Bará

de repente rem onto transido el hondo Ebro

a brazazos retom o arribo a tí Vizcaya

árbol que llevo y am o desde la raíz y un día fue arm iñado bajo el cielo V ed aquí las señales

(15)

Blas de O tero inicia su exposición poética en el m ism o lugar donde ha­

bía concluido Julia Otxoa. El m undo y las realidades hum anas, com o el pro­

pio título del poem a, se hallan invertidos, disgregados, rotos. Las iras y las pasiones de los hom bres han ocasionado un desorden com pleto. En este co n ­ texto, las cosas no son ni lo que debieran ser ni lo que parecen ser. Se vive en un m undo al revés, donde im pera la desintegración y la desarm onía. La p re­

sentación del título, — expresión m otivada desde la propia y única conciencia del poeta y no im puesta por sim ples razones de cam uflaje significativo, ya que su publicación se realiza en C uba sin ningún tipo de censura o de condi­

cionam iento oficial— así lo dem uestra. Blas de O tero im plícitam ente ju eg a y desarrolla toda una serie de tópicos tradicionales, tales com o “el m undo al re­

vés”, “la vida com o laberinto” — la propia expresión poética viene a dem os­

trar este aserto— “el hom bre bestia para el hom bre”, etc., para testim oniar la conciencia de la ruina espiritual del hom bre y del desorden m aterial de la h is­

toria. Com o m anifestación de este estado de desarm onía congènita y de rup­

tura histórica encontram os el propio título del poem a, invertido y roto, CA NI GUER.

La desesperanza poética se basa, com o en casos anteriores, en un hecho de ruina y desolación a consecuencia de la barbarie humana: “y un día fue arruinado bajo el cielo”. El objeto de este desastre es el “árbol” , particulari­

dad sim bólica de la tierra y de la heredad. L a destrucción del sím bolo, hecho histórico, im plica la aniquilación de la casa-patria paterna, sentido arquetípi­

co. El resultado de este desafuero histórico queda grabado a hierro y fuego en el corazón del yo-poético y, a su vez, objetivado en el grito y en el toro d es­

cuartizado del cuadro de Picasso, “G uem ica” . P o r eso, si alguien quiere cono­

cer con sinceridad la verdadera realidad de esa catástrofe, deberá sintonizar con el m ensaje lírico del poeta vasco o bien tendrá que aprender los significa­

dos profundos del m ensaje plástico del pintor m alagueño: “V ed aquí las seña­

les / esparcid los vestigios / el grito la ira...” . El poem a de Blas de O tero como el cuadro de Pablo Picasso objetivan y testim onian la barbarie del ser hum ano en nom bre de la fuerza y del poder. Com o en expresados anteriores, el desga­

rrón em ocional, fruto del desencanto ontològico, es fm to y consecuencia del absurdo histórico.

Desde otro punto de vista, G uem ica para el poeta bilbaíno sim boliza la razón de su identidad y el principio de sus orígenes. Para B las de Otero, G uem ica-V izcaya condensa la com pleja y pluriform e sim bología de sus ra í­

ces. Im plica la fusión íntim a del ser con su m edio natural. P o r eso. El yo- poético desde la lejanía geográfica, “A quí estoy / frente ai Tibidabo” , y desde un sentido universalista, “mi patria es tam bién europa” , busca con toda la

(16)

fuerza de su corazón, “a brazazos”, recuperar la tierra perdida, ¿abandonada o arrancada?, para poder encontrar sus verdaderas señas de identidad. El poeta que en los prim eros trechos de su aventura creativa, en A ngel fiera m en te h u ­ mano, exclam aba con una proyección ecum énica el desgaje del m undo, el de­

sarraigo de la hum anidad y la desesperanza del hombre:

Un m undo com o un árbol desgajado.

U na generación desarraigada.

U nos hom bres sin m ás destino que apuntalar las m inas.

Ahora, consciente de poseer com o m isión y destino el oficio dram ático de ser sim ple apuntalador de m inas, proclam a en m edio de la destm cción de su heredad y en la lejanía de su patria el arraigo de su alm a y la identidad de su espíritu con esa tierra- patria, que puede estar destruida y aniquilada, pero que aún perdura en el sentim iento del poeta com o único origen de su ser y como m otivo auténtico de su amor.

Blas de O tero que durante toda su dilatada vida m antuvo unas relaciones difíciles y problem áticas, pero profundam ente pasionales, con su tierra-con su país, defiende una vuelta espiritual a sus orígenes y un reencuentro con sus raíces, porque sabe que únicam ente en este retom o y en esta unión puede h a­

llar su verdadera salvación.

Esta búsqueda de la auténtica identidad y el hallazgo de la verdadera personalidad, tanto com o ser individual com o ser social, pasa irrem ediable­

m ente por un retom o a los orígenes: “a brazazos retom o arribo a ti / árbol que llevo y amo desde la raíz”.

Sin em bargo, en el poem a C A NI G U ER, el poeta no sólo proclam a la necesidad de una vuelta a los orígenes com o m edio y cam ino indespensables para recuperar las señas de identidad perdidas, sino que defiende el hecho de una identificación com pleta con su m edio espiritual y con su tierra ex ist­

encial. El yo-poético, com o una especie de Cristo, presenta a la contem pla­

ción de los destinatarios los estigm as de una nueva cm cifixión, la m uerte histórica de su patria. En la lejanía espacial y en la distancia tem poral, el yo- poético asum e em ocionalm ente el m artirio de su tierra-patria, m ostrando en su corazón el relicario sagrado de una m uerte redentora: “y un día fue arrui­

(17)

nado bajo el cielo / V ed aquí las señales / N o hay una identificación m a­

yor que la que m uestra el yo-poético con su patria, porque las razones de unión se basan en fundam entos de dolor y de amor.

Este espíritu de búsqueda y esta necesidad de encuentro concretan una tem ática claram ente existencial. B las de O tero desarrolla en su poesía el ter­

cer plano de la sim bología de G uem ica: el plano existencial.

Según las propuestas del organigram a arquetípico, se form ulaba en tom o al sím bolo G uem ica un cuarto núcleo de sentido o plano tem ático: el plano teológico. Para el desarrollo explicativo de los expresados teológicos se ha se­

leccionado un fragm ento poético del poem a “O da rota” de la obra Llam adm e publicarlo del poeta zam orano León Felipe.

|Ah! ¡Si yo pudiera orar,

si pudiese subir com o el incienso todavía

y caer hum ildem ente de rodillas com o la cera hirviente de los cirios!

¡Ah! ! S ilo s q u e asesinaron ai Cordero y viven de la sangre del Cordero no m e hubiesen arrebatado la fe!

¡Ah! ¡Si yo tuviese fe,

si tuviese fe y creyese que el Gran Conserje Pedro había encontrado las llaves y la gorra que se le perdieron en G uem ica...

La verdadera tragedia del yo-poético en este poem a “O da rota” , donde se vuelve a insistir en la descom posición física y en el desgarrón em ocional, es la necesidad de una fe firm e y de una creencia segura, negadas p o r la im ­ posibilidad real de m antener unas convicciones en las verdades religiosas y en los principios hum anos. En este poem a de L eón Felipe el problem a clave es una cuestión de desposesión y de m ptura centrada en la realidad histórica y m ítica de G uem ica. G uem ica aparece com o causa de la quiebra de la fe y del secuestro de la esperanza. L a razón, la pérdida por parte del G ran Conserje Pedro de los verdaderos distintivos y valores, llaves y gorra, del m undo espi­

ritual y del plano religioso.

La tem ática poética de León Felipe es tan precisa y concreta com o las

(18)

analizadas y expuestas en casos anteriores. Sin em bargo, para poder atinar con el significado real del ft’agm ento poético señalado, es necesario plantear, aunque sea de form a som era, el organigram a general de la tem ática poética de León Felipe.

El poeta castellano parte de la visión arquetípica y bíblica sobre la crea­

ción del hom bre. Según esta concepción, el hom bre está form ado a im agen de Dios con el barro de la tierra. E l barro, según el autor de G anarás la luz, es un elem ento inform e, pero, a su vez, es principio elem ental de existencia. L a v i­

da nació, de esta m anera, de la aglutinación del agua y del polvo. L a evolu­

ción hum ana desde su origen divino en el inicio de los tiem pos cam ina hacia la adquisición de una naturaleza divina. L a historia del hom bre, por tanto, se convierte en un proceso gradual de convergencia hacia estados de m ayor p er­

fección. En el origen de la creación está D ios, en su continuación se halla sólo el hom bre con el trabajo y en el tiem po. E l hom bre com o m isión sagrada en el m undo debe culm inar el acto divino de la creación, acceder gradualm ente a la naturaleza perfecta de Dios. C uando el hom bre con las arm as del trabajo y con los valores de la solidaridad haya culm inado su m isión en la tierra y en la vida, habrá alcanzado su m eta y su destino. Se habrá transform ado en un ser divino en una tierra celeste.

El planteam iento doctrinal de la poesía de L eón Felipe es indiscutible por su claridad y por su precisión. Sus expresados tem áticos asum en una d i­

m ensión m arcadam ente teológica. E l hom bre a través de su trabajo y de su es­

fuerzo tiene que conquistar de form a progresiva un estado de plena bienaventuranza y una nam raleza de m áxim a perfección. Sin em bargo, el hom bre en la práctica socio-político-religiosa parece ju g a r m ás con la desin­

tegración que con la fusión. E l ejem plo m ás próxim o y claro de este proceso de im volución es la guerra civil y dentro de este contexto de guerra civil su símbolo m ás sangrante, G uem ica. G uem ica representa la m p tu ra del proceso evolutivo hum ano hacia la conquista de su destino.

El hom bre que por m isión y destino tenía y tiene que acceder a Dios, se encuentra im pedido en su cam inar p o r las fuerzas que deberían favorecer el acercam iento y el logro de la m eta hum ana. La iglesia con su posicionam ien- to partidista a favor de la involución deshizo la dinám ica histórica y destm yó el carácter divino del com portam iento político del pueblo. Sin m eta y sin c a ­ m ino por obra y gracia de la propia iglesia el pueblo se encuentra sin fe, sin esperanza y sin destino. Se le ha negado la posibilidad de acceder a la m eta program ada por el propio D ios en el origen del tiem po. La guerra civil para el poeta zam orano fue una m onstm osidad histórica y una aberración teológica.

En este contexto de absurdo y sinrazón, G uem ica aparece com o expresión de

(19)

un deicidio y de un m agnicidio, parque su existencia dem ostraba la anulación de la voluntad divina en la historia y del destino hum ano en la divinidad.

El yo-poético, representación individualizada de toda la hum anidad, no encuentra razón en la oración porque la fe ha dejado tener sentido. G uem ica com o expresión sim bólica de esta falta de sentido en la fe y en la oración tes­

tim onia claram ente el último expresado de la sim bología poética, la dim en­

sión teológica del sím bolo G uem ica. G uem ica niega la posibilidad del abrazo sim bólico del m undo hum ano con el m undo divino, porque se han roto, “oda rota”, e invertido las relaciones direccionales entre hom bre y D ios, entre tie­

rra y cielo.

Desde todos los puntos de vista tratados, histórico, ontològico, exis­

tencial, teológico, G uem ica parece ser y com portarse com o un sím bolo nega­

tivo, no por sí sino por el contexto y por las circunstancias en que se erige y se desarrolla. Históricam ente, significa destm cción y m uerte. O ntològicam en­

te, im plica m aldad y deform ación. E xistencialm ente, sim boliza desarraigo y desposesión. Teológicam ente, connota negación y ruptura. Sin em bargo, to ­ dos estos expresados nacen de la confrontación entre el ser y la circunstancia.

En un estado natural, G uem ica actualiza un conjunto de arquetipos de p ro ­ yección positiva. D esde este punto de vista, sim boliza la esencia, la ex ist­

encia, la historia y la finalidad de un pueblo. El intento de su destrucción im plica la voluntad de exterm inio de todos estos valores o principios de id en ­ tidad y naturaleza. Si, com o se va planteando, su pretendida aniquilación res­

pondía no tanto a lo que es sino a lo que signigfica, la dim ensión de inocencia y victim ación se unlversaliza. El destino aciago de G uem ica no fue causa de un com portam iento dado, sino de un sentido encam ado. G uem ica es la vícti­

m a inocente, expresión del sacrificio expiatorio, del desafuero y de la intole­

rancia hum ana, sím bolos respectivos de la deform ación ontològica del hom bre, de su crim en hitórico y de su deicidio teològico. Si G uem ica rep re­

senta con su historia ejem plar una lección-verdad de conducta válida para el hom bre de ahora y de siem pre, de aquí y de todas partes, es porque su signifi­

cado ha adquirido una dim ensión mítica. El sím bolo G uem ica pude cim entar­

se sobre un hecho histórico, pero su significación presenta una proyección mítica. D e esta m anera, el sím bolo G uem ica cam ina desde el plano de la his­

toria al universo del mito..

Por otra parte, en esta dinám ica de oposición entre víctim as y victim a­

rios, el m al y el desorden no descansa en el objeto inm olado sino en el sujeto sacrificador. El sím bolo sigue siendo y significando lo que era y lo que co n ­

(20)

notaba, quien m odifica su sentido y su validez es el hom bre-hum anidad, ver­

dugo y autor de la ignom inia. Si se quiere volver a los principios, a la época de inocencia original, habrá que asum ir los valores prototípicos presentes y encam ados en el árbol de G uem ica. En este contexto,una vez m ás cabe pro­

poner las palabras de los poetas, porque ellos com o ninguno son la voz del pueblo y la voz de la divinidad. Sintetizando todos los expresados poéticos y reuniendo la singularidad en un cuadro general, puede ofrecerse los siguientes principios salvadores: vida, ser, am or, trabajo, autenticidad y solidaridad;

principios todos ellos cobijados y m aterializados en las ram as, en el tronco y en las raíces, expresados sim bólicos del Arbol de G uem ica.

(21)

PALABRAS DE RECEPCION pronunciadas por

JO SE MARIA AYCART ORBEGOZO

A m igo José A ngel A scunce A rriata

Bienvenido seas a la Sociedad Bascongada de los A m igos del País.

Esta Sociedad, que en el siglo X V III nace al calor de una idea am bicio­

sa, ''cultivar la inclinación y e l gusto de la N ación B ascongada hacia las Ciencias, B ellas L etras y A rte s”, (A sí reza textualm ente el Art. I.® de nues­

tros Estatutos de 1765 y continua idéntico en los vigentes, doscientos cin­

cuenta años después), tiene el honor de recibir a un buen am igo de las Bellas Letras y un m ejor A m igo del País.

Es curioso que el indudable relieve que tuvo la Sociedad en el cam po de las Ciencias experim entales, con su Laboratorio Quím ico, su Sem inario P a­

triótico de Bergara, sus renovaciones espectaculares en el área de la A gricul­

tura, de las C iencias y Artes útiles, de la Industria y del Com ercio, ha podido hacem os olvidar sus indiscutibles inquietudes por la P oesía y p o r la M úsica, por ejemplo.

El A m igo Luis M aría A reta A rm entia, de la Com isión de Alava, y gran estudioso e investigador sobre la obra literaria de la R.S.B.A .P. en su prim era época, cita sin em bargo una com posición anónim a, existente al parecer en el Archivo del Sem inario de B ergara, y que trata coetáneam ente, de ridicularizar a la Sociedad recién surgida. Este trabajo se titula:

‘‘A pología d e una nueva Sociedad últim am ente proyectada en esta M.N.

(22)

V M .L. Provincia de G uipúzcoa, con el título de los A m igos del P aís”. El ano­

nim o anterior dice con sarcasmo:

“La Poesia y la M ùsica son sus únicos objetos, pues ¿qué son estas dos facultades sino Aire y Entusiasm o?”

A sí pensaba, con criterios un tanto extraños y m uy discutibles, un perso­

naje anónim o y contem poráneo de la fundación de nuestra Sociedad.

El hecho cierto es que la Sociedad, desde sus inicios, tuvo una honda preocupación por la literatura, y nos basta para proclam arlo el discurso acadé­

m ico que el Prim er D irector de la Sociedad, X abier M- de M unibe e Idiaquez, Conde de Peñaflorida, pronunció ante las Juntas el día 20 de enero de 1766.

En este discurso el Conde de Peñaflorida trata de profundizar en el cam po li­

terario a que se han de dedicar los A m igos, señalando las líneas generales de lo que puede ser el buen gusto en la literatuta:

“Poco he tenido que hacer en la elección. Por nuestro instituto debem os com unicar al público el fruto de nuestros estudios y consiguientem ente tene­

m os que entrar en la peligrosa carrera de escritores. Siendo, pues, la regla fundam ental de éstos el enseñar agradando, parece que lo prim ero que debía tratar la Sociedad es dar a conocer los verdaderos principios de deleitar con la lectura, y esta reflexión, junta con la oferta que hice el año pasado a la Socie­

dad, me han obligado a disponer lo que vais a oir, sobre el buen gusto de la li­

teratura, si queréis tener la paciencia de escucharm e...” .

El discurso no tiene desperdicio y quizá es uno de los m ás bellos traba­

jo s del Conde.

Este es el instituto donde ingresas com o A m igo de N úm ero, aunque ya hace años que colaboras, eficaz e intensam ente, para el cumplimiento^ de nuestros fines. Baste citar los prim eros pasos de “Encuentros con la P o e sía " , dados siem pre con tu valioso asesoram iento, y que confiam os continúen y se intensifiquen en calidad e im portancia en los próxim os Cursos.

José Angel A scunce Arrieta:

D onostiarra, Koxkero; de la calle de Pescadería: orienta sus estudios por el cam po de las letras hasta culm inar con su doctorado en Literatura por la U niversidad A utónom a de M adrid en 1984. El tem a de su tesis nos señala cla­

ram ente su inclinación por la Poesía: "La Poesía profètica de León F elip e”

(23)

Profesor en los Estudios U niversitarios y Técnicos de G uipúzcoa, U ni­

versidad de D eusto, C am pus de San Sebastián, desde 1975. - D ecano de su Facultad de Letras desde 1985 a 1989.

A quí continúa su labor docente en el D epartam ento de Literatura E spa­

ñola y su trabajo intenso, crítico, delicado, con autores, con poetas m uy nues­

tros o m uy cercanos (M iguel de U nam uno, Blas de Otero).

La Poesía social y la Literatura en el exilio, el exilio vasco en particular, son su dedicación preferente.

Sus publicaciones abundan y se increm entan progresivam ente:

— “el am or de B las O tero"

— "Blas O tero, una pasión creadora" .{ActSiS del II C ongreso Internacio­

nal de Literatura)

— “L a P oesía de M iguel de U nam uno” . (Actas de los encuentros Inter­

nacionales M iguel de Unam uno)

— "La P oesía profètica de León F elip e”. Recopilación, ordenación e in­

troducción de la obra ensayística de Eugenio Im az, el escritor y filósofo d o ­ nostiarra. (Tres tomos).

— "Eugenio Im az. Obra, vida y p ensam iento”. (Editados por el Fondo de Cultura Económ ica).

N um erosos artículos en revistas especializadas de varias partes del mundo...

Esta es su obra pasada y presente, a la que hem os de añadir su aún ca­

liente Lección de Ingreso en la B ascongada sobre este tem a apasionante y perm anentem ente vivo que es G uem ica. El canto a ese dram a, a esa tragedia de nuestro pueblo vasco, ha captado lógicam ente la pasión de los poetas con acentos y estilos m uy diferentes.

La Lección h a sido com pleta y no m e corresponde, ni poseo facultades para ello, el analizar su contenido.

El 26 de abril de 1937, G uem ica adquiere un sentido universal. Se con­

vierte en una fuerza de creación,^porque no sólo se había destm ido una ciu­

dad, sino el alm a de un pueblo.

En esto h a profundizado sabiam ente el P rofesor A scunce, y su lec- ción,com pleta y exhaustiva, ha com pletado el proceso íntegro de G uem ica.

(24)

desde el hecho geográfico e histórico al símbolo. H a desm enuzado la actitud de los poetas españoles de la postguerra ante hecho tan trem endo; L a dim en­

sión histórica (G arcía de Nora, Lopez Pacheco, etc.); ontològica (Julia O txoa); Existencial (Blas de Otero) y teleológica (León Felipe).

Rindo mi adm iración ante tan bello trabajo y reitero, ju n to a la cordial Bienvenida, el deseo de que com o A m igo de N úm ero te integres plenam ente en el quehacer de esta Sociedad de A m igos del País.

Referenties

GERELATEERDE DOCUMENTEN

En los textos sobre Buenos Aires, la ciudad se vive como una posibilidad de paso al interior, al campo, y un límite entre el mar y la pampa.. Pero es frustrante cuando

Debido a esta heterogeneidad y complejidad del campo de actores, la cuestión de cómo perseverar en las demandas y objetivos originales se vuelve esencial y hasta divisiva para los

No es motivo de este artículo explicar cómo se estabilizan y desestabilizan los sentidos de funcionamiento y no funcionamiento de la minería de oro a gran escala en Cajamarca, ni

Teniendo en cuenta los aspectos claves de las maniobras estratégicas (el topos, el público y la organización de los elementos) y también se ha explicado cómo

En resumen, la Revolución mexicana representó una ruptura en las recién iniciadas relaciones entre México y España, en gran parte porque existió también una quiebra en el sistema de

Bien es cierto que los estudios históricos que relacionan a las personas, el agua y su aprovechamiento no tienen demasiado pasado, las cuestiones hidráulicas parecía que correspondía a

Consecuencia de todos estos medios y los que no se tratan en estas páginas, como dijimos más arriba, la Compañía de Jesús tuvo que lidiar a lo largo de la Edad Moderna con una serie de

Es revelador a este respecto el análisis que realiza de los distintos imperios, desde la Roma y la China del siglo III antes de nuestra era hasta los repertorios de dominación del